2.3.5.2 La obra “Florentina, escenas sociales”, de Manuel Costales y Govantes (1815 – 1866)


Manuel Costales y Govantes participó activamente en la cultura y el reverbero intelectual de su época, impartió clases en el Seminario de San Carlos, fue director de la Sociedad Económica de Amigos del País y colaboró con numerosas publicaciones periódicas, como editor y redactor, entre las que pueden citarse: La siempreviva, Aguinaldo Habanero, Diario de la Habana y Cuba Literaria, entre otras.

La obra “Florentina” no se ajusta exactamente a los parámetros que se han considerado para definir lo que es o debe ser una novela, pues el argumento no está prácticamente trabajado, ni siquiera el perfil de los personajes, sino que constituyen meros espejos para reflejar una situación social que los rebasaba: el contraste de clases de la sociedad, llevado hasta sus últimos extremos con unos tintes de tragedia poco comunes en la literatura cubana.

Sirva este fragmento para ilustrarlo: “Allí confundida con la muchedumbre iba esa madre: allí iba llevando en sus brazos el cadáver oculto de su hija, entre tanta juventud y elegancia y entre tanto esplendor y alegría”

El amor por lo trágico está por encima incluso del objetivo de expresar estos antagonismos sociales, que no se concientizarían como tales hasta más de un siglo después (la obra fue publicada en 1856).

La alusión al teatro Tacón y al público que se demora en sus afueras, en el momento en que Florentina pasa con su hija muerta, es un recurso para expresar la indolencia de una clase social amante de espectáculos, pero que se torna incapaz de conmoverse antes los sufrimientos reales, a veces siquiera de percibirlos.

La falta total de tipicidad de los personajes –algunos estudiosos los han calificado incluso como “transparentes”- más que constituir un déficit del autor en las caracterizaciones, indica primero una intención generalizadora, dado precisamente el carácter extendido que tenían los comportamientos propios de cada clase y estrato social. Existe también una voluntad de describir desde el plano afectivo o su ausencia, la enajenación que ciertas condiciones vitales pueden engendrar.

Aunque el autor logra un trazado bastante coherente de las locaciones en que se desenvolvían los personajes y las propias características que le eran inherentes tanto a los felices miembros de los sectores económicos dominantes –aun constituye tema de debate si podía hablarse ya de la burguesía como clase social- como de la marginalidad más desesperante, la solución que brinda –no para el argumento, insoluble en tanto desde su planteo los protagonistas están cercados en su circunstancia, sino para la situación social de fondo- parece cosa de deux machine en tanto cifra sus esperanzas en el papel de la educación.

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