2.3.5.5 Una feria de la Caridad en 183… Cuento camagüeyano, de José Ramón Betancourt (1822 – 1890)


José Ramón Betancourt nació en Camagüey y ello sería un referente de su obra literaria. Se graduó de Leyes en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio y desempeñó varios cargos públicos. La obra de una “Una feria de la Caridad en 183…” fue escrita en la década del 40; pero no sería publicada hasta 1856 en “El Fanal”, año en que el autor regresa del destierro por haber estado vinculado a actividades anexionistas. Dirigió por un tiempo el Liceo Artístico y Literario de la Habana.

La obra no posee excesivas complicaciones argumentales, narrada en una secuencia lineal que le otorga bastante fluidez al desarrollo de los acontecimientos. El meollo del texto es el vicio del juego y sus consecuencias negativas, no solo las que acarreaba a quienes lo practicaban sino también desde el punto de vista social, en tanto restaba valiosas energías que debían aprovecharse para fomentar el desarrollo económico, en el marco del Camagüey natal del autor.

El paisaje es descrito con minuciosidad y maestría, abundan flores, frutas y elementos de la naturaleza puestos en función festiva, como una celebración de la nacionalidad pero aún desde el terruño, pues quizás hasta desencadenarse la Guerra de los Diez Años no lograría fundirse la Isla en un todo con identidad por sobre territorios y provincias, raíz del regionalismo que tan negativamente incidió sobre el empeño bélico.

Las caracterizaciones de los personajes son atinadas aunque no siempre tienen la suficiente fuerza, los modelos femeninos no rebasan la simple suma de belleza y honra, aunado a la pasividad, que era considerada virtud para el género. Sin embargo el elogio de la belleza de la mujer camagüeyana puede interpretarse en la propia diferenciación de lo cubano con respecto a lo español, incluidos los cánones estéticos.

EL personaje de Fernando encarna el tipo perfecto de joven juicioso que se opone al juego y otros males que silenciosamente iban minado las posibilidades de prosperidad económica del Camagüey, en el sentido de una mayor industrialización y progreso donde el papel puntero debía desempeñarlo la burguesía, cuyos integrantes se veían amenazados por la propagación del vicio. El autor no logra impactar con los personajes en que modela comportamientos vituperables; pero aún así es válido el empeño de dejar constancia del bandolerismo y otros males sociales.

El autor refiere sobre la obra: “Mi objetivo fue recordar una época verdaderamente crítica para el Camagüey, época en que llegó hasta el seno de su sociedad estacionaria el espíritu de progreso que animaba al mundo y durante la cual el de asociación inició grandes mejoras morales, y materiales; época en que cada uno despertaba de su indeferentismo para fijar los ojos en el país, y en el porvenir, en que todos se afanaban por ayudar con sus luces, con su entusiasmo y con sus recursos a su engrandecimiento y felicidad”

Con el paso del tiempo se vería, sobre todo la emergente burguesía criolla, que la rémora fundamental del progreso no estaba tanto en los propios males de la sociedad –no inmanentes sino engendrados desde el sistema colonial- sino en la subordinación económica a la metrópolis y el cerco que sus autoridades ejercían contra las iniciativas criollas en materia política y económica.

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