4.1.2.9.7 El poemario “Canto llano”, 1955, de Cintio Vitier (1921 – 2009)


El cuaderno poético “Canto llano” inicia una nueva etapa de la obra de Cintio Vitier, definida por su continuidad pero también por sus frecuentes rupturas en cuanto al tono poético hasta ese entonces predominante. En este la fe resulta ya sustancia raigal de una nueva visión del mundo que es de un optimismo que trasciende las circunstancias y que requiere comunicarse, encontrando en fórmulas afines a la oralidad su vehículo expansivo.

El texto consta de 50 poemas solo numerados, quizás para transmitir la propia llaneza de esta propuesta poética. Ya en el primer texto se anuncia lo que tiene este poemario de transcripción lírica del hallazgo religioso acontecido en la vida de Cintio y a lo largo del mismo se aprecia el tono de celebración, la trascendencia per se de las circunstancias que no requiere de un esteticismo rebuscado para plasmarse:

“Algo cambiaba y no era el cambio,
algo venía sin venir.
Era una orden silenciosa
que yo no quería cumplir.”

El poemario aborda distintas zonas de la realidad sin pretender rimbombancias expresivas, entre ellas el deseo, en tanto insatisfacción que se trata de llenar con lo que ofrece el mundo pero resulta siempre en oquedad; aunque la haya asumido ya en vacío que no puede llenar un mero cambio en las formas de la literatura sino que abarca una dimensión más profunda del medio. Afirma en este sentido: “entre el deseo y las cosas / el ser se desgarra, huraño”

Interroga asimismo por lo ineluctable del tiempo que fue y la visión de los otros, desde un lirismo que no ocupa el primer plano sino que se subordina a la avalancha igual de sus ideas y emociones; pero sin abandonar el cincelado estético de las piezas así como el hecho de excogitar un léxico preciso aunque sin excesiva depuración, a tono con su óptica de la poesía pura:

“Cuando digan: él fué así,
no podré rectificar
los matices, los sabores
de mi perdida verdad.

Y tendré que conformarme,
aún rugiendo como el mar,
con las oscuras versiones
del misterio de mi azar.”

El poema número XVI por su parte expresa el valor de la vida por sobre la pesquisa intelectual en torno a las circunstancias y el conocimiento, el sentido de trayecto y no de meta que a veces se diluye en los elementos que configuran nuestra cultura:

“Sí, busca, pero en la búsqueda
no te encastilles;
mira que se va la vida,
que el alba existe.

Mira que no encierra nada
la oscura esfinge,
que el mundo esta desbordando
de lo que pides.

(…)
Mira que se va la vida,
que el alba existe.”

El pintor Jorge Arche Silva (1905 – 1956), sus aportes a las Artes Plásticas cubanas
La obra plástica de Enrique Caravia y Montenegro (1905 – 1992)
Wilfredo Oscar de la Concepción Lam y Castillo (1902 – 1982), la trascendencia de su obra plástica
El escultor Teodoro Ramos Blanco (1902 – 1972), su obra
La obra plástica de Gumersindo Barea y García (1901 – ?)
El pintor Carlos Enríquez Gómez (1900 – 1957), un exponente imprescindible de las artes plásticas cubanas
La obra del escultor Juan José Sicre y Vélez (1898 – ?)
La obra del pintor y arquitecto Augusto García Menocal y Córdova (1899 – ?)