1.5 La Ceremonia del Areíto


Los areítos, constituyen la expresión artística fundamental y colectiva de la cultura aborigen cubana, hecho que hemos podido percibir a través de las narraciones y testimonios de los cronistas de la época, los cuales le otorgan un lugar cimero dentro de la misma.

La palabra areíto, es un vocablo antillano originario del arauco aerin, cuyo significado no es más que ensayar y recitar. Exhibe un alto sentido musical, propio de toda expresión popular y colectiva, es decir, se cantaba y bailaba en colectivo durante un largo tiempo.

En esta compleja manifestación de la cultura cubana aborigen, se fusionaban el canto, el baile, la poesía, la coreografía, la música, el maquillaje, la danza, los ritos y la pantomima. Entre sus características encontramos una estructura dialogal en el canto, donde existe una copla y un estribillo; las danzas eran miméticas y tenían un carácter ritual.

El Tequina o coreuta (en lenguaje indígena), sinónimo de maestro, artesano o experto, profesional en una palabra; era el solista o guía de la ceremonia mágico-religiosa, el cual tenía como función iniciar el canto, conducir el coro. En ellos podemos ver a los primeros poetas, músicos y actores cubanos.

Los temas representados en este espectáculo coreográfico y cohesionador de la comunidad, eran narraciones históricas que relataban hechos vitales y hazañas de caciques, así como acontecimientos de la vida diaria relacionados con la fertilización y otras cuestiones.

El areíto, tenía una función social de sentido económico, pues era la vía de congregar las fuerzas individuales para una empresa de trabajo colectivo; este podía ser la siembra, la elaboración de una casa, un batey, una canoa, o la realización de una gran ceremonia sacro mágica que aseverase las cosechas o las lluvias y así como que alejase los desastres naturales como el huracán y otros. Además proveía la oportunidad de establecer y estrechar relaciones entre los integrantes de la tribu, entre las tribus foráneas o vecinas; y entre las autoridades y los gobernados.

A diferencia de como sucedía en México, Guatemala, Choluha, Yucatán y otras naciones donde existían sitios destinados a tales ceremonias, los areitos carecían de un local o teatro, plataformas, anfiteatros o sitios apropiados para la realización de los mismos; aunque hay referencias en narraciones de Las Casas en la que habla de un lugar como la plaza o batey, o el caney.

Se podía observar en ellos la representación e imitación al trabajo colectivo. El maquillaje de los danzantes-actores, hecho a base de plumas y flores, con sus cuerpos pintados de rojo y negro. Los hombres se adornaban más que las mujeres, las cuales participaban desnudas y sin pintura si eran doncellas, las casadas sólo usaban unas enaguas. Había una escasez de máscaras, por lo que podemos decir que aún no habían adquirido el nivel teatral de la encarnación del personaje como creación del intérprete.

El areíto era la manifestación más purificada de la política, la cultura y las filosofías aborígenes cubanas, la representación de la organización política y cultural de los primeros pobladores cubanos.

Bibliografía: Rine Leal. Breve historial del teatro cubano.

El pintor Jorge Arche Silva (1905 – 1956), sus aportes a las Artes Plásticas cubanas
La obra plástica de Enrique Caravia y Montenegro (1905 – 1992)
Wilfredo Oscar de la Concepción Lam y Castillo (1902 – 1982), la trascendencia de su obra plástica
El escultor Teodoro Ramos Blanco (1902 – 1972), su obra
La obra plástica de Gumersindo Barea y García (1901 – ?)
El pintor Carlos Enríquez Gómez (1900 – 1957), un exponente imprescindible de las artes plásticas cubanas
La obra del escultor Juan José Sicre y Vélez (1898 – ?)
La obra del pintor y arquitecto Augusto García Menocal y Córdova (1899 – ?)