La obra del escultor Juan José Sicre y Vélez (1898 – ?)


Juan José Sicre y Vélez nació en Matanzas, el 19 de diciembre de 1898. Sus primeros estudios de arte los realizó en La Habana, en la escuela de Villate, que en ese entonces dirigía Aurelio Melero; y más tarde en la Academia de San Alejandro. Fue merecedor de una beca que le permitió estudiar en España, en la prestigiosa Academia de San Fernando de Madrid. Allí tuvo como profesor a Miguel Blay y estuvo en contacto con otros artistas españoles que ejercieron una influencia positiva en su obra.

De esta etapa datan algunas de sus primeras piezas mejor logradas, como el busto del escritor español José Zorrilla, así como del violinista Bonilla y otras figuras conocidas en la época: Fray Marsal y el pintor Bencomo. Estuvo algunos días en Francia y posteriormente residió en Italia, en Florencia. Allí continuó creando, bajo la inspiración renacentista que aun perduraba en esa ciudad. Del período italiano son las piezas escultóricas Estatua de mujer, Bohemio, La loca del Vaticano, Dianela, Bambina y El hombre sentado, entre otras.

Antes de abandonar la península, también concibe Cabeza de Martí, obra por la cual obtendría un alto reconocimiento dentro y fuera de Cuba. Se dirige una vez más a Francia, donde continuaría creando e interactuando con las corrientes artísticas del momento. Esculpe la pieza Descendimiento, y otras que fueron expuestas con éxito en París. Continuó creando en mármol, yeso y bronce, materiales que labraba con excelentes resultados en cuanto a la armonía de las líneas y la estética en general.

En 1927 regresó a Cuba, donde tuvo la oportunidad de exponer un conjunto importante de piezas, como Fuente y Arrodillada, así como algunas de las que ya han sido mencionadas. Desde ese año comenzó a impartir clases de modelado en la Academia de San Alejandro, función que desempeñó aproximadamente por 13 años, sin dejar a un lado su misión esencial de creador.

De hecho, de esta etapa datan las piezas Monumento al soldado invasor, enclavado en Mantua; la escultura a Víctor Hugo, en el Vedado; una efigie de Eugenio María de Hostos, en Ciudad Trujillo, República Dominicana; y la del General Narciso López, en Cárdenas. También fue creador de relieves dedicados a la muerte de Ignacio Agramonte, José Martí y Antonio Maceo, así como de otros que aun embellecen panteones significativos del Cementerio de Colón.

Por su trayectoria artística recibió numerosos galardones, sobre todo el de la posteridad, pues muchas de sus obras continúan destacándose en el ámbito de varias ciudades del país. Su Don Nicolás Estévez en la acera del Louvre, de 1937, así como otras piezas escultóricas, entre las que se encuentran bustos, tarjas y relieves, contribuyeron a darle rostro y visibilidad a importantes figuras de Cuba y del mundo.

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