2.1.12.1 La narrativa de Luisa Pérez de Zambrana (1835 – 1922), su obra “La hija del verdugo”
Luisa Pérez Montes de Oca –adquirió el apellido Zambrana al contraer matrimonio con Ramón Zambrana y Valdés, destacado médico e intelectual que contribuiría a su formación literaria y a la divulgación de su obra- se destacó fundamentalmente por el cultivo de la lírica, en la que alcanzó una expresión sencilla pero sólida desde el punto de vista estético, sin los retoricismos de la primera etapa romántica.
Su producción narrativa se ha obviado en la mayor parte de los intentos exegéticos de su obra, en líneas generales estuvo dotada de los mismos atributos de sencillez y naturalidad en la lengua y en su trasfondo afectivo. La mayor parte de esta apareció en folletines de prensa, como ocurrió con parte de su novela “Angélica y Estrella”, cuyos capítulos fueron publicados en “El Siglo”, 1864 y “El Mercurio”, 1876. “La hija del verdugo” apareció en “Revista del Pueblo” en 1865 y la primera parte de su novela “Los Gracos”, se publicó en el Diario de la Marina.
“La hija del verdugo” fue una de las piezas narrativas que más atrajo la atención del público, quizás desatendida por tener poco que ver con las situaciones y locaciones de la Isla. Aunque todo el argumento se desarrolla en Europa, ello solo está enunciado pues el relato posee poco anclaje en aspectos territoriales concretos y resulta fácilmente generalizable, tanto con respecto a la condena a muerte que pesa al inicio sobre uno de los personajes protagónicos, Sir Carlos Schiler, a causa de sus ideas políticas, como a la estricta división de la sociedad en clases, donde la nobleza ocupaba la absoluta preeminencia.
En este sentido, el citado personaje llega a cuestionarse: “¿Qué orgullo puede tener sobre la nobleza de su sangre el que ha de derramarla sobre el tablado de un patíbulo?” ,e introduce un cuestionamiento a esa división clasista pero el mismo termina cuando la hija del verdugo, Olivia, después de contraer matrimonio con Sir Carlos Schiler, decide instruirse, y más que instruirse, adquirir los hábitos y modales propios de la nobleza para estar a la altura de su esposo.
La novela encaja en los postulados estéticos de la segunda generación romántica, se aprecia en la secuencia relativa a la prisión de Carlos Schiler, una visión trágica de la vida a partir de la proximidad de la muerte en plena juventud, tan visitada por el romanticismo. En esta secuencia resulta llamativa –dada la sencillez expresiva de la autora- una elevada carga adjetival que va cediendo a medida que la narración adquiere sustancia.
Aquí están presentes algunos elementos que configuran su perspectiva sobre la femineidad, en sentido físico y moral. Insiste a través del personaje de Olivia en el sacrificio e idolatría hacia el cónyuge como modelo conductual, el cual le otorga la recompensa final del amor. Resulta positivo el mensaje en cuanto a la necesidad de educación en la mujer, aunque la vea más bien como medio de obtener el aprecio de un hombre.
José Martí, tocado por su obra pero más por la personalidad de la autora, afirmaría: “Es Luisa Pérez pura criatura, a toda pena sensible y habituada a toda delicadeza y generosidad. Cubre el pelo negro en ondas sus abiertas sienes; hay en sus ojos grandes una inagotable fuerza de pasión delicada y de ternura; pudor perpetuo vela sus facciones puras y gallardas, y para sí hubiera querido Rafael el óvalo que encierra aquella cara noble, serena y distinguida. Cautiva con hablar, y con mirar inclina al cariño y al respeto”