2.3.3.1 La novela “Cecilia Valdés o la loma del ángel”, publicada por Cirilo Villaverde en 1882
Aunque Cirilo Villaverde tuvo su primer boceto de la novela en la obra narrativa de igual nombre que publicó en la primera mitad del siglo, lo cierto es que la versión definitiva de Cecilia Valdés no estuvo lista hasta mucho después, publicada en Nueva York en 1882, Villaverde había participado en la conspiración anexionista de Narciso López y las circunstancias lo conminaron a exiliarse en los Estados Unidos.
Aunque se dedicó en cuanto pudo a la literatura, sus labores conspirativas estuvieron a veces en un verdadero primer plano y no todos estos años pudo consagrarlos a gestar la obra, a la cual le dedicaba un tiempo intermitente pero no por ello desistió del empeño de escribirla. La obra es tan libertaria como sus propias gestiones independentistas, pues su estilete costumbrista no se detenía en la mera descripción de entes y situaciones extraídas de la vida cotidiana – magistrales para la época- sino que apuntaba directamente a la raíz del mal, el colonialismo español.
En el prólogo, el propio Villaverde califica indirectamente la obra: “Reconozco que habría sido mejor para mi obra que yo hubiese escrito un idilio, un romance pastoril (…) pero esto, aunque más entretenido y moral, no hubiera sido el personaje viviente, ni la descripción de las costumbres y pasiones de un pueblo de carne y hueso, sometido a especiales leyes políticas y civiles, imbuido en cierto orden de ideas y rodeado de influencias reales y positivas. Lejos de inventar o de fingir caracteres y escenas fantasiosas e inverosímiles, he llevado al realismo, según entiendo, hasta el punto de presentar los principales personajes de la novela con todos sus pelos y señales, como vulgarmente se dice, vestidos con el traje que llevaron en vida, la mayor parte bajo su nombre y apellido verdaderos, hablando el mismo lenguaje que usaron en las escenas históricas en que figuraron, copiando en lo que cabía (…) su fisonomía física y moral, a fin de que aquellos que los conocieron de vista o por tradición, los reconozcan sin dificultad y digan cuando menos: el parecido es innegable”
El amor de Cecilia y Leonardo Gamboa, medios hermanos sin saberlo, constituya más que el meollo argumental de la novela, el plano de la primera lectura cuyos telones pueden abrirse para mostrar la descarnada realidad social, donde a partir del cuadro costumbrista de por sí pintoresco, afloran los conflictos más álgidos, relacionados con la secesión de clases sociales y la segregación racial, además de la propia condición de la mujer, sometida a leyes morales muy distintas y mucho más coercitiva que las que eran válidas para los hombres.
La belleza de Cecilia, ya no a pesar de su pigmentación de piel sino justamente por ella, aunque el propio personaje eluda toda negritud en cuanto a origen y destino (no acepta el amor de José Dolores Pimienta, a quien considera inferior por su color) y aspire a acercarse al patrón blanco, constituye ya un regodeo estético en lo insular y sus múltiples formas de lo bello, incluido el mestizaje como virtud; aunque los personajes se mantengan fuertemente anclados al más acendrado racismo, no solo en la dicotomía blancos – negros sino a partir del espectro del color vuelto escala discriminatoria.
La obra presenta una interesante confluencia de corrientes literarias –como trazado holístico y no sumatoria ecléctica de estilos – en las que son más patentes el romanticismo y el realismo crítico. El lenguaje sobre todo revela su fuerte estirpe romántica, al tiempo que el realismo está en los detalles costumbristas a través de los cuales el autor cala un poco más, para mostrar no solo “las cosas de la realidad; sino la realidad de las cosas”
Uno de los novelistas más importantes de la época, el español Benito Pérez Galdós, le escribió a Villaverde una misiva reveladora para calibrar los valores de la obra más allá del ámbito estrictamente nacional: “Doy a Ud. Un millón de gracias por el ejemplar que tuvo la bondad de enviarme de su hermosa novela (…) He leído esta obra con tanto placer como sorpresa, porque, a la verdad, (lo digo sinceramente, esperando no lo interpretara Ud. Mal, no creí que un cubano escribiese cosa tan buena” La novelística y la narrativa insular tendrían en Cecilia Valdés una apoyatura estética de valía, al tiempo que de verdadera hechura nacional.