2.5.1 El período de 1844 – 1868, etapa de transición en la crítica literaria


La crítica literaria de esta segunda etapa no tuvo grandes valores per se; pero sembraría los antecedentes de su cultivo con mayores luces en el periodo de luchas independentistas.

En la etapa, sobre todo al final, destacaría la figura del joven Enrique Piñeyro; pero no fue el único pues los propios autores aplicarían preceptos de esta naturaleza para valorar las obras literarias, tanto las concebidas en el país como relativas a autores relevantes de otras nacionalidades, lo que contribuiría a ampliar los horizontes de los distintos géneros.

En esta etapa está comprendido el auge del Liceo Artístico y Literario de la Habana, fundado precisamente en 1844, y el de Guanabacoa, inaugurado en 1861, los cuales, además de cumplir distintas funciones educativas, recreativas y de difusión cultural, contribuyeron a abrir espacios de debate en torno a la literatura y la valoración de corrientes, géneros y obras.

A ello también tributarían las tertulias y otros ámbitos concebidos por amantes de la literatura, en las que ya esbozaban sus principales preocupaciones en torno a la crítica literaria figuras como Antonio Zambrana, Rafael María de Mendive y Nicolás Azcárate.
El propio Rafael María de Mendive fue director de la “Revista de la Habana”, que salió a la luz desde 1853 hasta 1857, esta y la “Revista Habanera”, que se publicó durante el cuatrienio de 1861 a 1863, a cargo de Juan Clemente Zenea, constituyeron los principales espacios para el ejercicio de una crítica literaria más exhaustiva y que podía quedar como referencia para autores posteriores, no así los espacios de las tertulias, por el propio carácter efímero de la oralidad e incluso el cierto elitismo que primaba a veces en la elección de los asistentes, sobre todo si se tiene en cuenta la función de la crítica como orientadora de lectores.

Las polémicas que vieron la luz en la prensa o incluso a través de intercambios epistolares, a pesar de que a veces subían el tono y perdían objetividad, amén de salirse del cauce impuesto por el objeto literario del cual se tratara, “desanquilosaron” un tanto el frío academicismo en la disección de obras, a veces común en otras latitudes, lo cual llevaba a dogmatizar determinados puntos de vista no siempre tan pertinentes.

En el período también surgieron las primeras señales del vuelco de la crítica hacia sí misma, en un intento por construir justos raseros con que valorar la producción literaria nacional, ello daría paso después a mayores teorizaciones y a lo que sería una crítica de la crítica, en un intento de validar cada vez más los propios presupuestos analíticos con que ella operaba. Se intentó asimismo una crítica que remedara a la literatura en cuanto a ser ella misma obra de arte; y en sentido general se sentaron las bases para empeños más altos en la etapa de luchas por la liberación nacional.

El pintor Jorge Arche Silva (1905 – 1956), sus aportes a las Artes Plásticas cubanas
La obra plástica de Enrique Caravia y Montenegro (1905 – 1992)
Wilfredo Oscar de la Concepción Lam y Castillo (1902 – 1982), la trascendencia de su obra plástica
El escultor Teodoro Ramos Blanco (1902 – 1972), su obra
La obra plástica de Gumersindo Barea y García (1901 – ?)
El pintor Carlos Enríquez Gómez (1900 – 1957), un exponente imprescindible de las artes plásticas cubanas
La obra del escultor Juan José Sicre y Vélez (1898 – ?)
La obra del pintor y arquitecto Augusto García Menocal y Córdova (1899 – ?)