3.1.8.1 La obra poética y el discurso feminista de Aurelia Castillo de González (1842 – 1920)
La trayectoria vital y literaria de Aurelia Castillo reviste especial importancia para reconstruir la historia del pensamiento feminista en Cuba; un feminismo en este caso enraizado en una ética humanista de altos quilates y que evidencia la sagacidad intelectual de la mujer cubana, a pesar de las escasas oportunidades culturales y educativas que tenía en aquella sociedad, por lo general recluida al estrecho ámbito de lo doméstico.
Comenzó a escribir desde muy joven en Camaguey, su ciudad natal. Casada con un coronel del ejército español, tuvo que abandonar el país en 1875, a causa de las protestas que formulara su esposo por el fusilamiento de Miguel Acosta y Antonio L. Luaces.
En 1877 obtuvo un accésit de la Sociedad Colla de Sant Mus por un estudio realizado sobre la Avellaneda, dedicó parte de su tiempo vital a arrojar luz sobre la poesía cubana escrita por mujeres y abrirles espacios en el mundo editorial de entonces, de fuerte impronta masculina, todo ello sobre la base de su concepción de la necesidad de tejer redes solidarias de género para intentar revertir el status quo en la cultura y la sociedad.
Coincidentemente, el 24 de febrero de 1895, fue publicado en “El Fígaro” un texto suyo, contentivo de una frase que sorprende por su veracidad no desprovista de belleza: “Una gran revolución opérase entre otras varias en nuestros días, la mujer reivindica sus derechos. Ella ha sido la última sierva del mundo civilizado. Aun algo peor: ella ha sido hasta ahora la soberana irrisoria de una sociedad galante y brutal al mismo tiempo”
Su obra poética no fue muy extensa, poblada por reminiscencias románticas que no se deshicieron del todo por los embates del modernismo, con una expresión intimista y un canto al amor que muestra que el feminismo no ha estado reñido con la necesidad de acercamiento físico y espiritual al ser masculino. Quizás su temprana viudez o el doble destierro que padeció, aunque no en lapsos muy largos, motivaron su poema “Expulsada”, del cual se transcriben algunas estrofas:
“Te fuiste para siempre. Quedé en el mundo sola.
Mis lágrimas corrieron un año y otro año…
Gritáronme de arriba: “! Anda!”, y anduve errante,
Y al fin me vi de nuevo en nuestro hogar de antaño.
Tu espíritu amoroso flotaba en todas partes.
Cantaba con las aves, perfumaba en las flores.
Con el véspero triste me enviaba tu sudario
Y envuelta en él soñaba nuestros dulces amores.
(…)
Y cuando reposaba tranquila en aquel sueño
En nuestro hogar sagrado oí la voz infanda.
Tocaron en mi cuerpo las manos criminales
Y el rencoroso arcángel gritó de nuevo: “!Anda!”.”
A lo largo de su vida colaboró en numerosas publicaciones periódicas, durante su estancia en España publicó textos en Cádiz, Crónica meridional y El Eco de Asturias. Ya en Cuba, colaboró en La Luz, La Familia, El Camagüey, El Pueblo, El Progreso, Revista de Cuba, Revista Cubana y La Habana Elegante.
Ya en la etapa republicana, fue fundadora de la Academia Nacional de Artes y Letras, después vicedirectora de la sección de Literatura. Se encargó de la edición de la obra de Gertrudis Gómez de Avellaneda y los poemas de José Martí para la primera edición de sus Obras Completas. Colaboró también en Bohemia, Social y Cuba Contemporánea.