3.2.6 La obra en prosa de Enrique Hernández Miyares (1859 – 1914)
Enrique Hernández Miyares legó una obra en prosa importante para la tradición literaria cubana, sobre todo en el ámbito narrativo y periodístico, aunque su sostenida incursión en este último resulta más conocida. La filiación modernista que comúnmente se le atribuye es más visible en esta esfera de su creación intelectual que en la poesía; aunque los motivos clásicos y los ribetes románticos están también presentes, lo que hace más compleja su obra en lo que respecta a calificativos estéticos.
Sus piezas narrativas más conocidas se identifican por los siguientes títulos: “La condesa de Jibacoa y Luis Felipe de Orleans”, “El tintero y la tinta” y “Los herederos” los cuales constituyen ejemplos de cuento breve, en los que el colofón casi siempre está dado por una enseñanza moral.
“La condesa de Jibacoa y Luis Felipe de Orleans” es un relato histórico que encomia la generosidad, a la vez que constituye una velada crítica a las alcurnias y los capitales como paradigmas para la valoración social de los individuos. El texto, al igual que los otros que se citan, está escrito en un estilo simple pero de cuidado cincelado estético que propicia una lectura agradable.
“El tintero y la tinta” tiene un contenido simbólico que antecede a lecturas más contemporáneas, alude al uso que se hace de la escritura –a través de estos objetos representativos- en las relaciones humanas, sobre todo en sentido negativo, ilustrado con el ejemplo final de un hijo que se justifica para no escribir más largamente a su madre, alegando con falsía que se le había acabado la tinta.
Por su parte, “Los herederos” tipifica la doble moral imperante en la sociedad y como el concepto de bondad era apreciado de modo muy superficial, a causa del divorcio entre el comportamiento público y el privado. El protagonista -nombrado “Homobono” con una clara intención satírica- ante la inminencia de la muerte ofrece el siguiente consejo a sus allegados:
“Hijos míos, no se metan ustedes nunca en política, ni en religión. Esto me ha dado muy buen resultado en la vida. Siempre se debe estar con el que manda, y si hay competencia entre dos gobernantes, es conveniente asimismo arrimarse al que gana. No entren jamás en discusiones de cualquier género y con nadie, y cuando alguno les pregunte por quién opinan o qué piensan respecto a alguna cuestión, háganse los bobos, como siempre he hecho yo, y con una risita de ambos sexos, digo, ambigua, desaparezcan de la escena. Cuando hablen delante de la gente, hablen bien de todo el mundo, pues no se debe hablar mal de nadie, sino por detrás… Esto también me ha dado muy buen resultado en mi peregrinación por este valle de lágrimas”
En cuanto al periodismo, fue uno de los cultivadores más destacados de este género en las postrimerías del siglo XIX y principios del XX, iniciado por Diego Vicente Tejera, sus artículos por lo general versaron sobre materias literarias, insertando asimismo alguna que otra alusión política de naturaleza separatista.
En cuanto a temas literarios, escribió artículos dedicados a Julián del Casal, de quien fuera íntimo amigo y admirador; tras su muerte presidió el comité encargado de erigirle un mausoleo e instituyó el “Día de Casal”, a celebrarse el 21 de octubre.
Sus textos narrativos fueron publicados póstumamente en 1916 y su labor de prensa salió a la luz en diversos espacios, entre los cuales se cuentan: “Diario de Señoras”, “El Almendares”, “El País”, “La Habana Elegante”, “La Habana Literaria”, el semanario “Cacarajícara”, “La Victoria”, “El Triunfo”, “La Discusión” y “El Fígaro”. Su labor en la cultura cubana incluye también su condición de miembro fundador de la Academia Nacional de Artes y Letras.