3.2 El desarrollo de la narrativa en la etapa de luchas independentistas, 1868 – 1898


Las tres décadas que transcurren desde el inicio de la Guerra de los Diez Años hasta la definitiva supresión de la soberanía española en la Isla, fueron las más fructíferas en el género de la narrativa. Además de Cecilia Valdés – cronológicamente ubicada en esta etapa pero incluida en el acápite dedicado a Cirilo Villaverde- Adis Barrio, en “Historia de la Literatura Cubana” señala como obras más importantes: “Mozart ensayando su réquiem”, de Tristán de Jesús Medina; “Mi tío el empleado”, de Ramón Meza; “Amistad funesta o Lucía Jérez”, de José Martí; “Leonela”, de Nicolás Heredia y “En Busca del eslabón. Historia de monos”, de Francisco Calcagno.

En sentido general la novelística cubana desarrolló una óptica retrospectiva sobre la realidad insular, con una intención no solo descriptiva sino también crítica, sin embargo no logra desprenderse del subjetivismo y tampoco de los propios condicionamientos histórico – sociales de los autores. Primó el romanticismo en el modelado de los argumentos, con elementos de realismo crítico y visos naturalistas en algunas obras que no se abocaron a la crítica social.

Como obras un tanto menores la citada autora menciona: “La dalia negra del cementerio de Guines”, de Valentín Catalé; “Sol de otoño”, de Miguel Garmendía y “Adoración”, de Álvaro de la Iglesia; “El escabel de la fortuna”, de Teodoro Guerrero; “Irene Albar”, de Eusebio Guiteras; y “Ángela” y “El marqués de girasol”, de Félix Puig y Cárdenas. Estas se inscriben en el canon romántico, pero con recurrencias foráneas en los argumentos, que remiten sobre todo a Europa, los personajes femeninos son dotados de la fisonomía y el etos propios de esta región del mundo.

En el “El escabel de la fortuna”, publicada en 1876, los acontecimientos tienen lugar en España, en sentido general trasluce cierta actitud retardataria, por no decir reaccionaria, que asumieron muchos sectores del país después del fracaso de la Guerra de los Diez Años y ante nuevos intentos conspirativos.

En la etapa la novela cubana padeció de algunos amaneramientos foráneos y extemporáneos, sobre todo a partir del fracaso bélico, ello denota quizás una actitud escapista ante la imposibilidad de realizar a plenitud el ser nacional. Igualmente el romanticismo, por el carácter ya manido de muchos de sus tópicos, había devenido obsoleto y debía vislumbrarse la gestación de otra sensibilidad.

El pintor Jorge Arche Silva (1905 – 1956), sus aportes a las Artes Plásticas cubanas
La obra plástica de Enrique Caravia y Montenegro (1905 – 1992)
Wilfredo Oscar de la Concepción Lam y Castillo (1902 – 1982), la trascendencia de su obra plástica
El escultor Teodoro Ramos Blanco (1902 – 1972), su obra
La obra plástica de Gumersindo Barea y García (1901 – ?)
El pintor Carlos Enríquez Gómez (1900 – 1957), un exponente imprescindible de las artes plásticas cubanas
La obra del escultor Juan José Sicre y Vélez (1898 – ?)
La obra del pintor y arquitecto Augusto García Menocal y Córdova (1899 – ?)