3.7.6 La crítica literaria ejercida por Enrique José Varona (1849 – 1933)
Enrique José Varona legó reflexiones interesantes no solo para los estudios literarios sino también sobre el arte en un sentido más amplio, como las contenidas en su estudio de 1883, “Importancia social del arte”, en la que apunta el fin social de este y el cometido de reflejar sentimientos y vivencias colectivas, implícitas en la llamada universalidad a que debe tender según preceptivas más contemporáneas.
Varona se inscribe asimismo en el auge del positivismo como epistemología en Latinoamérica, aplicado a los estudios literarios. Subrayó la relación de las letras insulares con el acontecer americano, lo cual se refleja en su texto de 1876 “Ojeada al movimiento intelectual de América”. Se introdujo desde su juventud en el universo de la literatura clásica y de las lenguas matrices; pero ello no le impidió entender que los valores de las obras deben apreciarse en función de las épocas en que fueron concebidas y no de manera absoluta.
Sus miras literarias incluyen tanto lo universal como lo autóctono, lo primero es patente en su conferencia “Cervantes”, de 1883, en la que ahonda en la personalidad del escritor y la magia lingüística que opera en su obra; por otra parte en “La nueva edición de Plácido”, de 1886, deshace y critica acerbamente las correcciones de editores anteriores, para dejar fluir la personalidad lírica del poeta mulato. Aboga asimismo por la libertad creativa del autor frente a instituciones estatales o religiosas.
En 1883 también publicó el libro “Estudios literarios y filosóficos”, señero en su contexto epocal latinoamericano. En “Seis conferencias”, de 1887 y “Artículos y discursos. Literatura, política, sociología”, de 1891, aparecen sus meditaciones literarias más maduras, sin dejar de insertar cuestionamientos críticos de naturaleza política al sistema colonial español.
Su actividad tras el estallido revolucionario de 1895 es más política que literaria, asume la dirección del periódico Patria tras la muerte de José Martí en Dos Ríos, encargándose de hacer propaganda revolucionaria; pero aún así publica algunos textos críticos.
Aunque su desempeño en cargos públicos y académicos le robaba mucho tiempo, no abandonó el cultivo de la crítica literaria, en ocasiones en las propias notas introductorias de las obras, como es el caso de “Sombras eternas”, 1919, de Raimundo Cabrera y las “Poesías”, de Luisa Pérez de Zambrana.