4.1.1.12.1 La obra poética de Rubén Martínez Villena (1899 – 1934), segunda etapa


La etapa que se extiende entre 1923 y 1928 fue la más fecunda desde el punto de vista lírico, asociada asimismo a la toma de conciencia política y a la adopción en ambos aspectos de una posición activa y transformadora de su realidad, en la misma se convierte decisivamente en un poeta militante, pero ello contribuye a fecundar su poética; en este sentido; la labor creativa y política constituyen un binomio simbiótico que incrementa sus potencialidades en ambas esferas.

Escrito en 1922, pero con un aliento ya correspondiente a esta etapa por la selección del tópico y la desacralización del propio evento de la muerte, la “Canción del Sainete Póstumo”, se inscribe ya en los albores de la vanguardia por su sustancia, aunque no se base en la experimentación versal y tipográfica típica de este movimiento artístico.

El poema representa la nueva actitud vital que adoptaría Villena, donde el sentimentalismo ha dado paso a una cosmovisión signada por la ironía, la sublimación a través del humor de cierto desencanto ante la conducta de la grey:

“Yo moriré prosaicamente, de cualquier cosa
(¿el estómago, el hígado, la garganta, ¡el pulmón!?)
y como buen cadáver descenderé a la fosa
envuelto en un sudario santo de compasión.

Aunque la muerte es algo que diariamente pasa,
un muerto inspira siempre cierta curiosidad;
así, llena de extraños, abejeará la casa,
y estudiará mi rostro toda la vecindad.

Luego será el velorio; desconocida gente,
ante mis familiares inertes de llorar,
con el recelo propio del que sabe que miente
recitará las frases del pésame vulgar.
(…)
Y ya en la madrugada, sobre la concurrencia
gravitará el concepto solemne del “jamás!,
vendrá luego el consuelo de seguir la existencia…
Y vendrá la mañana… pero tú. ¡no vendrás!…”

Como lo revela el sainete y en sentido general toda su poética de la etapa, se aprecia la necesidad de subvertir toda la realidad circundante, en materia estética los cánones modernistas resultaban ya insuficientes para la nueva sensibilidad; desde el punto de vista moral el poeta quiere romper con convenciones sociales vacías, inauténticas; y políticamente ya desde la Protesta de los Trece, justamente en 1923, Villena había emprendido el camino de la lucha revolucionaria en todos los frentes.

El poeta se mueve incluso entre cierto descuido de la forma, en provecho del impulso de las ideas y la necesidad filosófica de romper su crisálida, crecer en el orden espiritual, como se aprecia en el poema “El Gigante”; y cierto preciosismo formal, en el soneto “Insuficiencia de la escala y el iris”, donde el bardo alcanza una factura superior, que figura por derecho propio en la historia de la lírica nacional:

“La luz es música en la garganta de la alondra;
mas tu voz ha de hacerse de la misma tiniebla;
el sabio ruiseñor descompone la sombra
y la traduce al iris sonoro de su endecha.

El espectro visible tiene siete colores,
la escala natural tiene siete sonidos:
puedes tranzarlos todos en diversas canciones,
que tu mayor dolor quedará sin ser dicho.

Dominando la escala, dominador del iris,
callarás en tinieblas la canción imposible.
Ha de ser negra y muda, que a tu verso le falta

para expresar la clave de tu angustia secreta,
una nota, inaudible, de otra octava más alta,
un color, de la oscura región ultravioleta.”

Esta etapa de Villena coincidió con el surgimiento del Grupo Minorista, del cual fue un integrante quizás imprescindible, quien redactó su manifiesto y uno de los guías espirituales, si es que este tuvo alguno. Al respecto, Raúl Roa afirmaba: “Vivía en el verso y para el verso (y fue) no obstante su obra escasísima, el poeta más destacado y la voz más auténticamente personal del grupo.”

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