4.1.1.14.12 “Diario que a diario”, publicado por Nicolás Guillén en 1972


En este poemario Guillén da continuidad a algunas de las preocupaciones éticas y estéticas que tuvieron cabida en “La rueda dentada”, en la cual, como se verá más adelante, confluyen con una alta creatividad la poesía y el periodismo, con una intención de transmitir un mensaje a la sociedad y ser a la vez el espejo que esta demandaba constantemente.

En este, entre otros temas, Guillén indaga desde la una posición poética ya calorizada en el seno de la Revolución, como por contraste, en la raigambre de la esclavitud negra en el pasado colonial, para no obliterarlo; lo cual logra a través de un amplio despliegue de recursos que tiene como trasfondo su cúmulo de conocimientos sobre la cultura cubana, la sociedad de antaño y su evolución.

El recurso empleado por Guillén es de una eficacia de transustanciación lírica, a partir de la referencia de los mensajes con que se anunciaba la venta de esclavos en los periódicos de antaño, “Blanca de cuatro meses de parida, sin un rasguño ni una herida, /de buena y abundante leche, regular lavandera; criolla cocinera, sana y sin tacha, fresquísima muchacha.”

La inversión de los colores de la esclavitud constituye un modo de transmitir un mensaje condenatorio de la explotación en cualquier situación y latitud, a la vez que provocar la anamnesis colectiva sobre lo que la humanidad ha hecho, en tanto aprendizaje para el porvenir y acendramiento de los valores éticos realmente esenciales.

En el texto trasluce el tratamiento hilarante de un tópico que le mereció siempre la mayor seriedad, ello porque pretende subvertir sus propios códigos para anclar en nuevos tiempos poéticos, desde la línea del absurdo que pretende poner al descubierto las cotidianas dobleces sociales, como lo moral podía ser depositario de irracionales dogmas, ajenos a la plenitud humana.

Los recursos artísticos que emplea son disímiles, enriquecidos por toda su trayectoria vital y por su sostenida actitud de neófito, bebiendo siempre en los abrevaderos de la cultura y la sociedad con una sed “inagotable”, como estas propias aguas. En este sentido, sin asumir nunca el papel de dómine, se dedicó a perfeccionar desde la lírica al ser nacional, criatura viva que mutaba de generación en generación pero sin perder los verdaderos valores.

El pintor Jorge Arche Silva (1905 – 1956), sus aportes a las Artes Plásticas cubanas
La obra plástica de Enrique Caravia y Montenegro (1905 – 1992)
Wilfredo Oscar de la Concepción Lam y Castillo (1902 – 1982), la trascendencia de su obra plástica
El escultor Teodoro Ramos Blanco (1902 – 1972), su obra
La obra plástica de Gumersindo Barea y García (1901 – ?)
El pintor Carlos Enríquez Gómez (1900 – 1957), un exponente imprescindible de las artes plásticas cubanas
La obra del escultor Juan José Sicre y Vélez (1898 – ?)
La obra del pintor y arquitecto Augusto García Menocal y Córdova (1899 – ?)