4.1.1.14.8 “Elegía a Jesús Menéndez”, de Nicolás Guillén


El extenso poema “Elegía a Jesús Menéndez”, de un lirismo sostenido que refleja su propia consternación y la de todo un pueblo, constituye según muchos críticos la obra cumbre de Nicolás Guillén, por esta misma capacidad de tensar su instrumento poético desde lo multánime.

Guillén comenzó a escribir el texto en 1948, año del vil asesinato del líder azucarero Jesús Menéndez, y no lo culmina hasta 1951, por lo que el dolor de la pérdida social, la emoción que se vuelca en la poesía, se fue sedimentando durante casi un cuatrienio hasta cuajar en una pieza lírica de profunda resonancia de pueblo, donde la denuncia está envuelta en un lirismo de contenida emoción que trasciende su propio motivo para constituir un lamento y un canto de guerra, contra los artífices de la situación neocolonial.

En el texto se intercalan también pasajes de prosa poética y otros intervalos con algunos puntos de contacto con el vanguardismo, en la segunda sección, en la que el autor refiere las cotizaciones de la bolsa de Nueva York, el mezquino ámbito que gira en torno a las utilidades y hace entrar a ella la “Sangre Menéndez”, para ilustrar tácitamente el modo en que el capitalismo se sostiene sobre el esforzado dolor de las mayorías e incluso de la muerte: “…vendiendo / borbotones de angustia, / pregonando / coágulos cotizables, nervios, huesos de aquella / descuartizada rebeldía…”

La primera sección del poema establece una identificación entre la naturaleza, desde el espacio del cañaveral, con Jesús Menéndez, su trabajo, su lucha y su vida. La personificación de las cañas, que agitaban las manos para avisarle de las intenciones homicidas, alude también al pueblo, como cañas sometidas de grito unánime sin voz, bajo las espuelas del yanqui en contubernio con los políticos, propietario de todo, extendiendo el latifundio.

La tercera sección se refiere al “Capitán de Odio”, antes de acometer el monstruoso asesinato, al cual asocia con la muerte, para establecer una antítesis en la sección siguiente a través de lo inmaculado, lo vivo que había y habrá en Jesús Menéndez. En este sentido, parece aprovechar la homonimia con el Mesías para darle este mismo sentido de salvador a Jesús Menéndez, en el marco de su Isla:

“Jesús es negro y fino y prócer, como un bastón
de ébano, y tiene los dientes blancos y corteses,
por lo que su boca se abre siempre amanecida;

Jesús brilla a veces con ojos tristes y dulces;
a veces óyese bramar en sus ojos un agua enbravecida;
(…)
Jesús nació en el centro de su isla y allí
se le descubre desde el mar, en los días claros,
cubierto de nubes fijas;

¡subid, subidlo y contemplareis desde su frente
con qué fragor hierve a sus pies y se renueva
en ondas interminables de vida!”

En las dos siguientes secciones se imbrican con acierto pasajes en prosa poética y versos de alta factura, aquí complementa la analogía entre el Jesús de las cañas y el del cielo, otorgándole al primero status divino, capacidad de bendecir desde su muerte que es vida y su resurrección en el ideario del pueblo. En este sentido, la última sección constituye un nuncio de su vuelta metafórica, cuando sus ideas hayan crecido como las cañas y germinado sin retorno.

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