4.1.1.2.3 El erotismo en la poética de Regino E. Boti (1878 – 1858)
Mucho de los poemas de índole sensual o francamente erótica están presentes en la sección “Himnario erótico”, de “Arabescos mentales”, pero como tema merece un análisis independiente en tanto trajo a la lírica cubana una inusual carnalidad después de las evocaciones idealizadoras tanto de la generación romántica como del modernismo asociado a la cosmovisión de Julián del Casal.
En el poemario está patente la intención de privilegiar el contacto real de los amantes, con un rico trasfondo de sensaciones, por sobre los pálidos imaginarios en que el deleite reside precisamente en la no culminación de los anhelos, en la lejanía, la imposibilidad, como abrevadero de la inspiración poética.
El canto a la mujer, su misma divinización pero desde la carne, rompe con los cánones al uso, incluso más que al deseo prefiere la laxitud que sobreviene tras la saciedad de este, como puede apreciarse en sus piezas “Nieve en campo de luz” y “Connubio y visión en la alcoba”. La belleza femenina es directamente asociada al cuerpo desnudo – “impúber flanco”, “vientre felino”, “dominante el pecho”, “nieve viva de tu cuerpo blanco”; son expresiones que pertenecen al primero de los poemas citados- y al placer.
Otro de los poemas de esta naturaleza se titula precisamente “Cielo carnal”, lo cual es explícito en cuanto a la categoría que le otorga al erotismo anclado a lo material –lo cual no significa una concepción de la sexualidad humana como desprovista de espiritualidad- que puede considerarse el polo masculino de la línea abierta años antes por una poetisa esencialmente solitaria, Mercedes Matamoros.
Por su parte, “Pompones de carne” vuelve sobre el mismo tópico, con un ambiguo elogio a la mujer, equiparada ya al goce sensual –derecho y actitud para ello- que contrasta con la estrecha óptica que sobre la materia tenían otros autores. “Tienen sabiduría tus caderas…” verso con que se inicia el poema, pone la carnalidad no solo a la altura del espíritu sino también del conocimiento, culminado con las siguientes estrofas:
“Yo amo tus caderas
porque en varias maneras
han sabido darme el placer sin igual
de ser lúbricas esferas
y de ser hilanderas
de la rueca del Acto paraisal.
Y al ver tus gentiles caderas –
acoplado contigo de varias maneras-
mover con sabiduría sus hechiceras
blancuras de nube estival,
he sentido ansias de fieras,
de adorarlas, de herirlas, si no fueras
a veces tan fría y tan paradojal,
tan fría y tan irracional,
y tan sensual…”