4.1.1.21.3 El tema amoroso en la poesía de Mirta Aguirre (1912 – 1980)
Aunque en el poemario “Presencia interior”, de Mirta Aguirre, ya está desenvuelta en toda su magnitud la temática amorosa, concibió otros textos de esta índole que permanecieron dispersos hasta la publicación de “Ayer de hoy”, en 1980, justo en el año en que falleció la poetisa.
Los más notables desde el punto de vista estético son sus “Elegías” y “Cantares del mar de amores”, que figuran en la antología titulada “Poesía cubana de amor. Siglo XX”, la cual se ocupó de compilar el también fallecido literato Luis Rogelio Nogueras y fue publicada en 1983.
En cuanto a las elegías, se aprecia en ellas una honda tristeza, que tiene como raíz emotiva el desconcierto y la desolación de la pérdida del amor y las reflexiones y “metarreflexiones” en torno a lo fugaz de estos vínculos, todo ello en un lenguaje transido pero límpido que acierta a ser trasunto de la universalidad de estos sentimientos, desde el propio ahondamiento en el hueso dolorido del asunto.
Aun ante la adversidad amorosa que la poetisa presiente a veces como destino, emerge una entereza que permite ceñir a una contenida expresión lírica todo el sinsabor de la frustrante experiencia amatoria. A su vez, la resistencia emerge en uno de los modos de la resignación, surcada a veces por las evocadoras aves de la nostalgia.
Uno de los poemas de esta vertiente que ha recibido una mejor acogida en la sensibilidad popular ha sido su segunda elegía:
“Yo me acostumbro, amor, yo me acostumbro.
Yo me acostumbro a estar sin ti. ¿Lo entiendes?
Quiere decir, amor, que no amanece;
quiere decir que aprendo a abrir los ojos sin tu beso.
Quiere decir que olvido, amor, que yo te olvido.
Como un morirse lento, implacable, a pedazos,
yo me acostumbro, amor, yo me acostumbro.
Y acostumbrarse es una cosa oscura,
es una cosa eterna, sin caminos
como un caer caer en el vacío.
(…)”
Por su parte “Cantares del mar de amores” acusa una sensibilidad de raíz popular, de estrofas que se diluyen en una poética colectiva que emerge en los cuadernos de versos de las adolescentes ya desde lo anónimo, en un lirismo delirante de bocas ávidas u ojos húmidos:
“Te quiero no sé por qué
y sin saber hasta cuando,
¡Ay amor, estar amando
sin santo para la fe!
La esperanza ya se fue
y el amor sigue porfiando.
Y sin saber hasta cuando,
te quiero, no sé por qué.”