4.1.1.22.3 El poema Beth-El, de Samuel Feijóo, publicado en 1949


La gestación de este largo poema implicó casi una década, desde 1940 hasta 1948, según refiriera el propio Feijóo en el prólogo. El poema estuvo entre los cien excogitados por José Lezama Lima en una selección de las 100 mejores piezas líricas de nuestra tradición nacional y ha sido recogido en diversas antologías. Sin embargo el propio Lezama planteó que seleccionaba solo fragmentos de la larga composición, sin especificar cuáles, ello porque el vuelo lírico no siempre es sostenido en la concatenación de los versos.

El poema se inspira en el personaje bíblico de Jacob pero trasluce sobre todo una visión mística en la que se entrelaza un universo cromático y sónico de lírica abundancia, notas que surgen del pródigo instrumento poético de Feijóo y que transmutan a lo largo del texto sin perder este sentido onírico.

Los primeros versos expresan este sentido de lo visual, en el que además confluyen otros sentidos para conformar un estado sensorial quizás alusivo a toda la vida del poeta en relación a la naturaleza, el deslumbramiento de su primer contacto con el ser vivo que es el mundo, su vida pletórica del fluir de lo natural, su muerte e incluso el después, porque su ser continúa vivo en la vida del planeta:

“Para los ojos cae esa morada lluvia
callada por los campos de la luz en juego.
Su anuncio en el ramaje
mueve infancia suprema, suelta
junto al candor del árbol. Ya
sobre las yerbas el azul su fuente
de cielo libremente confunde. Por la brisa
un iris lento dora flor antigua.
¿A qué me lleva esa amigable escala
de apacible terneza, larga de misterios?
Quiere reposar allí mi alma
y ser el soplo errante de la espiga.”

La alusión a la infancia y el tratamiento de la luz aluden quizás a una mística del nacimiento o del primer encuentro con lo natural, en el que la criatura se empapa en toda su sensibilidad de la magna creación que lo circunda y penetra. Aunque las referencias cromáticas son múltiples, el morado, el violeta, el lila, como gradaciones, tienen un plano de significación que apunta hacia esta mística de los sentidos:

“Mueve mis ojos un color antiguo
que los teje y respira levemente.
No duerma en esta hora sobre el candor del valle.
Envuelto y tierno soy, profundo tiempo.
Un alma madurada por la ausencia
arranca su racimo y como.”

Lo iniciático está presente a lo largo del cuerpo del texto, quizás por ello atrajo la atención de Lezama por sobre otros textos solo naturalistas, pero aquí está incorporada otra dimensión del ser en su plenitud de comunión con lo natural y lo divino. Sin embargo, no constituye un transcurrir lineal desde la vida a la muerte sino un complejo entramado en que ambas confluyen con mansedumbre:

“Bajo esta luz de muerte
más soy que mi delicia, que mi canto.
Es el huir de la semilla a lo oscuro
para trabajar su diamante de viento”

Los ojos sumergidos en el paisaje, recuerda la imagen de “los ojos caídos en un pozo de nieblas”, de Eugenio Florit, pues existe algún parentesco entre este y la obra de Feijóo, más allá de estas coincidencias, este poemario de Feijóo constituye uno de los textos más logrados de nuestra tradición lírica, pletórico además de alusiones y referencias que connotan una universo cultural que tiene amplia cabida en el ámbito de lo natural, a cuya relación con lo humano tiende toda la obra poética de Samuel Feijóo.

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