4.1.1.6.2 Poemas de Alma Rubens, de José Manuel Poveda (1888 – 1926)


Los poemetos de Alma Rubens constituyen un conjunto de piezas que el poeta publicó entre 1912 y 1923, bajo este que más que un seudónimo constituye un heterónimo, puesto que Poveda erigió toda una serie de circunstancias vitales ficticias en torno al nombre de Alma Rubens, con el ánimo de quebrar la rémora poética imperante, no solo desde el punto de vista formal sino también en cuanto a postulados ideológicos y sensibilidades colectivas retardatarias con respecto al lugar de la mujer en la sociedad.

Aunque estos textos no fueron publicados en formato de poemario durante la vida del autor, el hecho de haber sido escritos con la rúbrica de este heterónimo y las afinidades temáticas que guardan la mayor parte de los textos ameritan sin dudas constituir un texto orgánico, lo cual fue emprendido por Alberto Rocasolano al compilar y prologar los versos bajo el título de “Poemetos de Alma Rubens”, en el 2004.

En palabras de Alberto Rocasolano “Ningún poeta cubano más lleno de sueños y proyectos que José Manuel Poveda. Resultado y prueba de esta actitud es el surgimiento de Alma Rubens, fascinante personaje apócrifo destinado a escandalizar, a través de la poesía, a los mojigatos de entonces, sobre todo en el ámbito cultural; y a estremecer la parálisis poética reinante.”

La serie de poemas se inicia como ya se ha apuntado en 1912, con el poema “Agua profunda y escondida”, en el “El Cubano Libre”, junto al cual Poveda publica una larga nota en la que narra la supuesta vida de la Rubens y sus ejercicios literarios. A este poema lo siguen varios en 1917, en los cuales sorprende cierto halo de contemporaneidad, sobre todo en cuanto al empleo de la prosa poética, valga citar el poema “Deseo”, de 1919, como ilustrativo de la reivindicación de la sexualidad femenina por la que apostaba Poveda:

“Alcé los brazos sobre mi cabeza y retorcí los dedos, y eché la cabeza hacia atrás: se me llenaron de cielo los ojos, y me pareció que de la tierra ya no quedaba nada más que el cielo.

Tenía el alma llena de deseos: entreabrí la boca de deseo, se me hinchaba el seno de deseo, me inundaba las entrañas el deseo.

Era como un celo extraño que me arrebataba el alma y la carne; tal como si, a punto de engendrar un mundo, me impacientase en la espera de un amante eterno y sin límites.

Y ansiosa y temerosa, como si supiese que iba a morir en sus brazos.”

Este constituye un intento al parecer sin precedentes en la poesía nacional, la “travestión” del hablante lírico le permite a Poveda explorar otros espacios de la realidad y la poiesis y desde allí alentar la renovación, que implicaba asimismo el ámbito de las ideologías sociales y las concepciones estéticas al uso.

Es cierto que no logró del todo este cometido pues en el contexto social cubano la cultura no se había sedimentado hacia todas las capas ni este era aun propicio a las raigales transformaciones; pero aún así su intento fue valedero e incluso es significativo que en la revista “Orígenes” se destaque su legado, aun con la asunción de una poética distinta a la de la generación precedente, heredera sin embargo de los ímpetus renovadores de Poveda y Boti.

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