4.1.1.7.1 Los primeros libros de poesía de Mariano Brull (1891 – 1956)
La obra poética de Mariano Brull se inició con su poemario “La casa del silencio”, de 1916, en el que predomina la estética modernista en el tratamiento formal de los tópicos; y en cuanto al calado emocional delata una hondura desprovista sin embargo de exaltación, la cual mantendría a lo largo de su obra. Se perfilan ya algunos aportes de vanguardia y asociados a la concepción purista de la lírica.
Aunque publicó en 1925, en Bruselas y en francés, el título de “Quelques poemas”, ya de signo purista, su bautizo en cuanto a plena inmersión en esta corriente estética tiene lugar con “Poemas en menguante”, de 1928, en el cual se refleja la ruptura de todo asidero con las circunstancias para llegar a lo ideal incontaminado por lo figurativo.
En los versos de este poemario se evidencia una libertad creativa que si bien se asocia a la vanguardia, no posee el arrebato formal de esta ni el tono irónico que signó muchas de las piezas ancladas en esta corriente estética, rebasado por el autor sin rozarlo prácticamente en su producción. Acomete ya la ruptura con la lógica del lenguaje y sus connotaciones afectivas, para alcanzar el plano puramente sónico de la poesía con elevada categoría estética.
Los versos de “Verdehalago” ilustran la transmutación del lenguaje operada por Mariano Brull, también en cuanto a convención social, con resonancias infantiles dada su intención precisamente de llegar a un uso de la palabra todavía no en el imperio del significado, a modo de paladeo verbal y donde la iterada alusión al color verde indica lo visualmente puro, todo lo cual incide en que el poema constituya una gran sinestesia en que se mezclan sonido y color:
“Por el verde, verde
verdería de verde mar
Rr con Rr.
Viernes, vírgula, virgen
enano verde
Verdularia cantárida
Rr con Rr
Verdor y verdín
verdumbre y verdura
verde, doble verde
de col y lechuga.
Rr con Rr
en mi verde limón
pájara verde.
Por el verde, verde
verdehalago húmedo
extiéndome. –Extiéndete.
Vengo de Mundolido
y en verdehalago me estoy.”
En este poemario están ya presentes las denominadas vertientes fruitiva e intelectiva del purismo de Mariano Brull, signadas por la búsqueda de esencias atemporales y atópicas más allá de todo lo circundante, como abstracción de ello, para llegar a una verdad y plasmar una belleza realmente absoluta, imposible desde su propia concepción, en tanto la incapacidad de transponer a palabras esencias de todos modos inapresables.