4.1.1.9.1 Continuación de la labor poética de Manuel Navarro Luna (1894 – 1966)


Con la publicación del poemario “Pulso y Onda”, en 1932, se concretan en la poética de Manuel Navarro Luna todos los elementos éticos y estéticos asociados a la denominada poesía social. Ello se verifica en la medida que el dilatado y conflictivo “yo” propio del modernismo pero de ascendencia romántica, pasa a ser espejo de los grandes conflictos humanos, con el sentido orientador que a esto le imprime la ideología del socialismo.

La lírica de Navarro Luna se torna en ocasiones canto épico, poblado de imágenes crudas, de cierto impresionismo, volcadas hacia situaciones de su contexto social, con un alto sentido de la responsabilidad del hombre y del poeta ante el mundo e implícitamente de la poesía no como mero reflejo sino ente transformador a través de la denuncia; y de esto proviene quizás su tono enfático, su necesidad de anclar en el lector, de provocar.

Otro de los puntos de ruptura con el vanguardismo -el cual fue para el autor quizás solo puente para la subversión pero no derrotero para el estadío poético- lo constituye su retorno al entorno natural no solo en tanto paisaje sino también vida humana, en detrimento de lo citadino como ruido y artificio.

Además de este libro, en la etapa republicana publicó el poemario “La tierra herida”, en que continuó ahondando en el tema campesino, herencia del criollismo pero con una óptica desprovista del detalle pintoresco decimonónico, reitera el simbolismo de la tierra como matriz de vida y acogedora de la muerte; y de la existencia de los campesinos, íntimamente asociada a la naturaleza desde un sentido ontológico.

Navarro Luna – a veces con el seudónimo de Mongo Paneque- publicó sus textos en numerosas revistas y periódicos; además de las ya citadas en otro acápite de su cuasi natal manzanillo, se cuentan “La Defensa”, “La Montaña”, “Letras”, “Revista de Avance”, “Social”, “Renacimiento”, “Hoy”, “Bohemia”, “Verde Olivo”, “La Gaceta de Cuba” y “Unión”.

Su ejecutoria política y su labor creativa tomarían definitivamente el cauce revolucionario, sobre todo porque tomó partido al lado de los campesinos y la gente humilde, desde una auténtica identificación espiritual y no solo a partir de la razón ética y científica. En este sentido, Pablo Armando Fernández transcribe estos versos del poeta que andaba soñando o soñaba andando:

“¿Para qué somos hijos / de la Sierra Maestra/ y del Cauto?”
La montaña nos dio su corazón tremendo:
¡brava raíz de excelsitud y de infinito…!
No tenemos más sangre que la sangre encendida
que es llama en las arterias, siempre en llamas, del río…!”

Afirma además sobre el poeta:

“Nosotros no estamos aquí para repetir las excelencias de su ardor que se hizo palabra, palabra animada en la acción de creadora pureza. Nosotros estamos aquí para recordar una lección de vida, un ejemplo de hombría señorial, una ternura que andaba por los ojos y los labios, siempre laboriosos; un gesto que impulsaba a sentir las honduras de la verdad en una boca veraz, incapaz de faltar a la razón, y mucho menos al sueño, que es toda poesía.”

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