4.1.2.12.2 La obra poética de Cleva Solís (1926 – 1997) tras el triunfo de la Revolución en 1959
Del quehacer poético de Cleva Solís en la etapa dan cuenta los tres cuadernos de poesía que publicó: “A nadie espera el tiempo” y “Las mágicas distancias”, de 1961 y “Los sabios días”, de 1984, a través de los cuales va puliendo su instrumento poético hasta alcanzar nuevas densidades expresivas, amalgama de tópicos florecidos en nuestra tradición y también ecuménicos hallazgos.
Los dos primeros poemarios, aunque no abandonan del todo las búsquedas origenistas bajo cuyo signo había nacido Cleva como poetisa, se insertan en un complejo entramado de claroscuros conceptuales y lo que pretende ser sencillez elocutiva, afín esta última al registro lingüístico de Samuel Feijóo. Lo esotérico sin embargo se expresa con fuerza inusitada en su poética, abierta a símbolos emanados de diversas tradiciones y culturas.
En estos poemarios de 1961 se aprecia, incluso desde sus títulos, un complejo entramado espacio – temporal, con algunas coordenadas en nuestra realidad pero de una intelección más bien avocada a las abstracciones. Sin embargo Muchas veces la Solís expresa todo su universo en un lenguaje que concurre al coloquialismo imperante en la etapa, sin diluir su estro en lo enfático revolucionario.
Por su parte en “Los sabios días” la poetisa se incorpora del todo a la corriente del conversacionalismo, en moldes expresivos que fluctúan desde el verso libre hacia la todavía más libre prosa poética. Sin embargo en el plano del contenido su poética distó en gran medida de la de su generación, a través de un sustrato cultural para lo tropológico que no anclaba en sus circunstancias sino en un ámbito más bien referencial.
En este cuaderno final se incluye el poema “El Jazz”, dedicado a las hermanas Bella y Fina García Marruz, como testimonio quizás de los vínculos que desde antaño las ligaron a “Orígenes”. Su incursión en el universo del jazz, con un afán trascendente que va más allá de lo factual, significaba un modo de vinculación cultural cuyo tejido empieza en lo vernáculo, patente en otras piezas de Cleva. Se reproducen los versos finales:
“Bessie de pronto dice algo de Charles:
“Él había terminado de ejecutar Smoke in your
eyes”
Yo lo cantaba y me dijo:
“Todavía me envuelve el humo tuyo,
todavía me envuelve.”
No le contesté nada y seguí.
Después él se recostó sobre una mesa y me miraba
Pensativo, fumando.
Supe luego que se arrojó debajo de un camión.
¿Qué quieren?
El sabía que Rappolo había llegado aquí
hace días. Y me vio con él una y otra vez.
Pero ahora entraba el público, había que tocar.
¿Tocar?
Esa noche el timbre antifonal
y sentencioso del saxofón,
no tendría ya su verdadera gloria.
Había una corona de geranios negros
en la orquesta de Charles Armiess”
La obra de Cleva Solís merece un estudio profundo por su aporte a la tradición lírica nacional y también desde la óptica de la creación femenina, de la cual fue sin dudas una de las más liberadas exponentes. El latido origenista, la sencillez feijoseana, lo esotérico y “lo jazzístico” –como símbolo de una intelección indagadora más allá de lo insular- concurren pero en un sentido holístico, pues esta autora se yergue sobre corrientes y tendencias para mostrar el lirismo de su propia faz.