4.1.2.12 Vida y poética de Cleva Solís (1926-1997)


El quehacer poético de Cleva Solís transcurrió bajo el signo de diversos credos estéticos, que la autora fue haciendo suyos para conformar una poética personal, con asideros en la tradición y en su contemporaneidad pero trascendente en el sentido de la búsqueda de su propio decir, no por una pretensión de originalidad sino porque ello partía de una personalidad poética sui géneris que buscaba cauces expresivos no hollados.

La poetisa estuvo algunos años de su adolescencias postrada en cama por una dolencia de la cual logró recuperarse, lapso que sin dudas influyó en su cosmovisión y también le permitió dedicar más tiempo al cultivo de la literatura, sobre la base de un amplio cúmulo cultural que se adensaría en sus creaciones más maduras, sin perder por ello concreción y sencillez poética.

Siguió la carrera publicitaria y cursó además estudios de bibliotecología en la Sociedad Económica de Amigos del País y en la Universidad de la Habana (Colina Universitaria, Vedado), trabajando incluso después por muchos años en la Biblioteca Nacional José Martí, (Avda. Independencia y 20 de Mayo, Cerro), desplegó en este sentido una intensa labor cultural que no se limita a su valiosa obra creativa.

El ámbito origenista fue el punto de partida de sus personales indagaciones en el complejo entramado de la poesía, identificada con las búsquedas de la raigal cubanía, aunque se aprecia ya en esta etapa el sentido intelectivo de su aprehensión de la realidad, de una emoción más bien parca y no abocada directamente al disfrute sensorial.

Publicó en la etapa republicana, en 1956, el libro “Vigilia”. Ya en la Revolución, los cuadernos “A nadie espera el tiempo” y “Las mágicas distancias”, en 1961; finalmente, publicó “Los sabios días”, en 1984. Después de sus albores origenistas se acercaría a la poética de Samuel Feijóo, concurriría también en el conversacionalismo y participaría de cierto esoterismo trascendentalista, sin perder su esencia de poetisa intelectiva, indagando sobre todo por esta arista en lo cubano.

Sobre su obra, se afirma en la multimedia “Orígenes” como simbiosis de múltiples criterios: “se caracteriza por la insinuación de la luz y el color (así como diría Fina García Marruz), como entidades mágicas que la hacen compartir la realidad del mundo que contempla. Como una invitación, sutil y humilde, a habitarlo, es su obra, enaltecida por la grandeza de su verso y su pintura, la que le confiere esa plasticidad y sensación volátil y extrañeza, matices de la ajenía. De su poesía ha dicho José Coronel Urtecho, que es “evidentemente, toda llena de secretos”, quizás ocultos en aquel “rostro de una dama romana manchada de té tibetano” que adivinara en ella José Lezama Lima.”

El pintor Jorge Arche Silva (1905 – 1956), sus aportes a las Artes Plásticas cubanas
La obra plástica de Enrique Caravia y Montenegro (1905 – 1992)
Wilfredo Oscar de la Concepción Lam y Castillo (1902 – 1982), la trascendencia de su obra plástica
El escultor Teodoro Ramos Blanco (1902 – 1972), su obra
La obra plástica de Gumersindo Barea y García (1901 – ?)
El pintor Carlos Enríquez Gómez (1900 – 1957), un exponente imprescindible de las artes plásticas cubanas
La obra del escultor Juan José Sicre y Vélez (1898 – ?)
La obra del pintor y arquitecto Augusto García Menocal y Córdova (1899 – ?)