4.1.2.3.3 “La isla en peso”, 1943, de Virgilio Piñera


“La isla en peso” presenta una visión acaso disolutiva de lo cubano, que realmente se alejaba de las indagaciones origenistas pero aun así signada por notables valores estéticos. Gastón Baquero y otros miembros de su promoción no compartieron el trasfondo de la obra, tildándola de deformadora de la realidad del ser nacional, “testimonio falseado de la Isla”.

El poemario se inicia con los siguientes versos, en los que se aprecia en cierto modo ya la subversión de los cánones tradicionales en la valoración de las circunstancias insulares, un hastío de vida que es contradictoriamente hálito que recorre y da vida a sus páginas, en donde reside en cierto modo su autenticidad como creador:

“La maldita circunstancia del agua por todas partes
me obliga a sentarme en la mesa del café.
Si no pensara que el agua me rodea como un cáncer
hubiera podido dormir a pierna suelta”

Pudiera pensarse que es esta una perspectiva sesgada, sin embargo resulta de la intención del poeta de sacar a la luz el reverso de una realidad, de un país al que considera demasiado joven. Una velada y a veces más manifiesta reminiscencia de erotismo tiene asideros en la mezcla racial que de algún modo defiende, con sus alusiones a ñáñigos, chinos, entre otros; pero sobre todo de trastrocamiento de los códigos sociales y religiosos:

“…Todavía puede esta gente salvarse del cielo,
pues al compás de los himnos las doncellas agitan diestramente
los falos de los hombres.
La impetuosa ola invade el extenso salón de las genuflexiones.
Nadie piensa en implorar, en dar gracias, en agradecer,
en testimoniar,
la santidad se desinfla como una carcajada.
Sean los caóticos símbolos del amor los primeros objetos que
palpe,
afortunadamente desconocemos la voluptuosidad y la caricia
francesa,
desconocemos el perfecto gozador y la mujer pulpo,
desconocemos los espejos estratégicos,
no sabemos llevar la sífilis con la reposada elegancia de un
cisne,
desconocemos que muy pronto vamos a practicar estas mortales
elegancias.”

En otra de las estrofas se refiere con un explícito sentido epidérmico, deliberado como parte de su abordaje de lo insular, a elementos propios de la realidad cubana: aguacero, azúcar, cañaveral, tabaco, destacando en cierto modo el sinsentido de las palabras en tanto propósito de apresar lo irreductible de lo nacional en una definición o mera enumeración de elementos.

El poema culmina con los versos que se transcriben a continuación, en los que por encima de los elementos señaladas apela o propone en cierto modo una imbricación, el término de pueblo, en tanto telúrica hermandad:

“Un pueblo desciende resuelto en enormes postas de abono,
sintiendo como el agua lo rodea por todas partes,
más abajo, más abajo, y el mar picando en sus espaldas;
un pueblo permanece junto a su bestia en la hora de partir,
aullando en el mar, devorando frutas, sacrificando animales,
siempre más abajo, hasta saber el peso de su isla;
el peso de una isla en el amor de un pueblo.”

Más allá de disolución o hundimiento de la Isla en un sentido metafórico, el poeta la ubica en una etapa de emergencia de la identidad, quizás como intuición del peso del sojuzgamiento republicano a los Estados Unidos, el cual constituía un pesado lastre para la plenitud existencial.

El pintor Jorge Arche Silva (1905 – 1956), sus aportes a las Artes Plásticas cubanas
La obra plástica de Enrique Caravia y Montenegro (1905 – 1992)
Wilfredo Oscar de la Concepción Lam y Castillo (1902 – 1982), la trascendencia de su obra plástica
El escultor Teodoro Ramos Blanco (1902 – 1972), su obra
La obra plástica de Gumersindo Barea y García (1901 – ?)
El pintor Carlos Enríquez Gómez (1900 – 1957), un exponente imprescindible de las artes plásticas cubanas
La obra del escultor Juan José Sicre y Vélez (1898 – ?)
La obra del pintor y arquitecto Augusto García Menocal y Córdova (1899 – ?)