4.1.2.3.6 “El conflicto”, relato publicado por Virgilio Piñera en 1942


En el extenso relato “El conflicto”, Virgilio Piñera plasma el dilema de un condenado, Teodoro, que no logra ejecutar la acción de la fuga, no por externas imposibilidades sino por la persistencia en permanecer ovillado, algo que va más allá de su voluntad consciente. La muerte es presentada como suceso intrascendente por su regularidad, desprovista de connotación y parte de una cotidianidad que de todos modos deviene absurda.

Más allá del cuerpo y la propia vida del protagonista, este se interesa por la posibilidad o imposibilidad de “detener un suceso en su punto de máxima saturación”, referido a lo ineluctable, un determinismo en las concatenaciones de hechos que conduciría a su propio fusilamiento pero que pretende eludir a modo de posibilidad salvadora para el hombre, preso en el carril del destino.

El “hombre que señala con el dedo”, en alusión a quien debe dirigir el pelotón, funge como contraparte a un diálogo de visos filosóficos en torno a la posibilidad de que la orden de fuego no sea ejecutada, lo que es también “una duración enamorada”, en tanto hecho que no llega a ocurrir, detenido en su mismo transcurso.

El cuento tiene los usuales rasgos elípticos de la narrativa de Piñera, en tanto no aparece ni interesa pista alguna del delito real o supuesto que ha conducido al protagonista a la situación de reo condenado a la pena capital, la pretensa imposibilidad del hombre de desviar el curso de los acontecimientos deviene grito, negación, que comienza ante la solicitud desesperada de la esposa, Luisa, de efectuar la fuga.

El manejo del tiempo es iterativo, en tanto la escena del fusilamiento se repite primero como burla de lo ineluctable y después como su cumplimiento. Detener una acción se presenta como una manera de diferir eterna, en la duración de lo que sin embargo debe concluir.

En las primeras líneas del texto se aprecia también la ya mencionada intrascendencia con que solía mirar el hecho de la muerte, desde una abstracción en que el plano de lo afectivo ha quedado anulado:

“El suceso (la muerte de Teodoro) en sí comportaba, en su cronicidad, el mismo sabor de los sucesos crónicos (…) porque de acuerdo con el hecho de que diariamente se fusila a un hombre en un punto cualquiera de la tierra, y de acuerdo igualmente con sus lecturas acerca de fusilarlos, se hacía necesario reconocer que la cosa era perfectamente natural y lógica; es decir, que ante el caso particular de su próxima ejecución no cabía alterarse o conmoverse o hacer de ella un centro de universal atracción, ya que estas ejecuciones se sucedían en el tiempo y el espacio con la misma regularidad con que al día sucede la noche o a la piel herida la salida de la sangre”.

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