4.1.2.9.12 “La fecha al pie”, 1981 y los últimos versos de Cintio Vitier (1921 – 2009)
“La fecha al pie”, publicado en 1981 pero que contiene piezas gestadas por Cintio Vitier entre 1968 y 1973, fue dedicada por el bardo al poeta nicaragüense Ernesto Cardenal y muestra que el cubano se ha dejado ganar por formas de expresión poética de este último, sobre todo en cuanto al denominado exteriorismo; aunque como es usual en Cintio la incorporación nunca es pasiva sino enriquecida en su contacto con todo el cosmos poético previo que ya había ido amansando.
En este poemario Cintio Vitier mantiene el tono conversacional que había ido perfilando dentro de su poética afirmativa de impronta revolucionaria, sus versos evidencian la preeminencia de las impresiones por sobre un análisis frío de la realidad, la experiencia de vida se torna un manantial que a veces fluye hacia lo confesional, zona de especial vibración dentro del conjunto de su obra.
En este poemario confluyen sin fracturas lo terrenal y lo religioso, en una cosmovisión del mundo que incluye a la justicia como elemento axiológico estructurante, el poeta entonces busca una poesía de la realidad que no es reductible a la palabra poética per se y se muestra participativo y conmovido por su entorno tanto natural como social.
El poemario también contiene algunos ejemplos de poesía civil pero todo ello incorporado a su personal credo expresivo, este es el caso de “Lenguaje del Moncada”, como señalan algunos críticos el exceso de pensamiento conspira contra la efectividad poética, si bien no efectismo; pero aún así el lirismo se traduce en un fin intelectivo preponderante de aprehensión poética.
En esta etapa publicaría también un extenso poema en “Viaje a Nicaragua”, participando así en el poemario escrito en su mayor parte por su esposa Fina García Marruz. Dio a conocer además el cuaderno “Hojas perdidizas”, en México y publicó los textos de “Nupcias” y “Un extraño honor”, los cuales se mantienen en la línea de plena inserción en la realidad circundante, especialmente la natural, como se aprecia en el poema que da título al último de los poemarios mencionados, el cual puede fungir como colofón de su notable trayectoria poética:
“El árbol sabe, con sus raíces y sus ramas,
todo aquello que puede ser un árbol:
¿o acaso también falta
a su mitad visible otro esplendor
que es lo que está sufriendo y anhelando?
No lo sabemos. Pero él
no necesita conocerse. Basta
que su misterio sea, sin palabras
que vayan a decirle lo que es, lo que no es.
El árbol, majestuoso como un árbol,
lleno de identidad hasta las puntas,
puede medirse cara a cara con el ángel.
Y nosotros ¿con quién nos mediremos,
quién ha de compartir nuestra congoja?
Ved ese rostro, escrutad esa mirada
donde lo que brilla es un vacío,
repasad como en sueños
esas líneas dolorosas en tomo de los labios,
ese surco que ha de ahondarse en la mejilla,
la desolada playa de la frente,
la nariz como un túmulo funesto. ¡Qué devastado reino,
qué fiero y melancólico despojo, humeando todavía!
Sólo otro rostro podría comprenderlo.
Así nos miramos cara a cara, el alma desollada,
con el secreto júbilo insondable que nos funda,
que está hecho de vergüenza
y de un extraño honor.”