4.1.3.10 La poesía femenina vinculada a la generación del 50


La generación que siguió al origenismo, aunque no se haya analizado a fondo el fenómeno, contó con la presencia de un importante grupo de mujeres que aportaron en cantidad y calidad poética a conformar el rostro colectivo de una propuesta múltiple pero con rasgos bastante definidos, aposentados en el común neorromanticismo, a veces de sabor criollo, dado sobre todo por la matancera Carilda Oliver Labra, figura central que descolló no solo entre las poetisas sino dentro de todo el concierto de su generación.

Dentro de este grupo de poetisas -algunas de ellas de pensamiento avanzado en cuanto a la posición de la mujer en la sociedad- se encuentra Nivaria Tejera, quien dio a conocer “Luz de lágrima”, 1950; “La gruta”, 1953 y “Alba en el niño hidropésico”, 1954 en los que se muestra ya como una poetisa digna de figurar en nuestras letras, de voz propia que encumbra el romanticismo cubano.

Por su parte, Pura del Prado ocupó un sitio importante en el decurso femenino de este movimiento, autora de “De codo en el arcoíris”, 1952; “Los sábados y Juan”, 1952 y “Canto a Martí”, 1953, supo plasmar su propio contenido emocional en originales versos, además el último de los textos mencionados constituye un emotivo homenaje a José Martí en el año de su centenario, al cual se sumarían otros cubanos testimoniando una veneración no exclusivamente estética o etérea.

Formaron parte de este grupo Dora Varona, con “Rendija al alma”, 1952 y Aleida Cruz Espineta, autora de “Arabescos” en el mismo año; poco después Ana Nuñez Machín diera a la luz “Raíces”. Por su parte la poética de Rosario Antuña concomitó en alguna zona con ciertos brotes renovadores que no rendirían fruto hasta años después. Los versos de Thelvia Marín compartieron también los citados elementos generacionales.

Es importante tomar en cuenta que el rol poético de la mujer se desenvolvía entonces en un ámbito adverso no solo desde el punto de vista político, la burguesía y la sociedad en sentido general sufrían los embates de una crisis de valores, donde la mujer resultaba preterida en muchos órdenes; sin embargo muchas de nuestras poetisas se incorporaron después a las transformaciones revolucionarias y fraguaron en ellas nuevas aptitudes poéticas.

El pintor Jorge Arche Silva (1905 – 1956), sus aportes a las Artes Plásticas cubanas
La obra plástica de Enrique Caravia y Montenegro (1905 – 1992)
Wilfredo Oscar de la Concepción Lam y Castillo (1902 – 1982), la trascendencia de su obra plástica
El escultor Teodoro Ramos Blanco (1902 – 1972), su obra
La obra plástica de Gumersindo Barea y García (1901 – ?)
El pintor Carlos Enríquez Gómez (1900 – 1957), un exponente imprescindible de las artes plásticas cubanas
La obra del escultor Juan José Sicre y Vélez (1898 – ?)
La obra del pintor y arquitecto Augusto García Menocal y Córdova (1899 – ?)