4.1.3.2 Vida y obra de Rafaela Chacón Nardi (1926 – 2001), hasta 1959


Rafaela Chacón Nardi descolló en su época no solo como poetisa sino también como pedagoga, profesión que ejerció en la Escuela Normal para Maestros, la Universidad de la Habana y la Universidad de las Villas, entre otras instituciones, más adelante se destacaría por su ardua labor en pro de los infantes y como promotora de la cultura comunitaria.

Se dice que Rafaela escribió sus primeros poemas cuando solo contaba 7 años de edad y continuó esta práctica durante su adolescencia, ya en la etapa juvenil publicó piezas poéticas en los espacios de “La Gaceta del Caribe”, “Noticias de hoy”, “El Mundo”, “El País”, “Lyceum” y “Bohemia”, entre otras. Los editores de la primera de las publicaciones citadas la considerarían una “nueva esperanza artística”, lo cual permite hacerse una idea del talento que auguraban sus primeros versos.

A la edad de 22 años, en 1948, publicaría su primer libro de poemas, con el título de “Viaje al sueño”; reeditado después en 1957 con la incorporación de nuevos poemas y como prólogo una carta que le había remitido Gabriela Mistral tras la primera edición, quien supo ponderar lo que significaba esta iniciación en el universo de las imágenes poéticas en cuanto a realización estética; en este sentido, afirmó la Mistral:

“su libro es el mejor de poemas femeninos que me ha llegado en años. Su calidad y su feminidad me han prendido de él. Dos lecturas, las dos rebosadas de gracia, le estoy por ellas reconocida. Me place que tengamos dos oficios comunes, Rafaela de Cuba”

La obra poética de Rafaela ensalzó en gran medida la experiencia amatoria desde todos los ámbitos, tanto carnales como espirituales, apostándose así en la vanguardia femenina de su tiempo, junto a Carilda Oliver y también Mirta Aguirre, quien además fue su mentora y le ofreció valiosos consejos en torno a la creación artística y la necesidad de rehusar el facilismo y lo manido en la construcción de los versos.

Su lirismo tiene puntos importantes de contacto con la citada autora, pero también con la poética de Juan Ramón Jiménez, quien había impregnado en gran medida el imaginario poético de la Isla tras la visita efectuada en 1938. La intimidad de Rafaela fue fecunda en líricos desbordamientos, los cuales encontrarían nuevos derroteros expresivos tras el Triunfo de la Revolución, sin perder la autenticidad ni diluirse en absolutos moldes epocales.

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