4.1.3.3.3 “Memoria de la fiebre”, 1958, Carilda Oliver Labra (1922 – )


“Memoria de la fiebre” recoge algunas de las piezas ya publicadas por la autora y otras hasta ese entonces inéditas; pero aun así logra un cuerpo poemático íntegro, funcional. En este cuaderno el desenfado y el erotismo, con alta hechura estética, se exacerban hasta un punto que tiene escasos precedentes en la lírica cubana femenina, opera en este sentido como una reafirmación del sentir espiritual y carnal femenino, frente al efecto mutilador de las convenciones sociales regentes en la época.

Desde el propio título puede intuirse un contenido que es precisamente el del despertar del deseo, vivido por una joven que asume en ciertos momentos actitudes de “enfant terrible” en cuanto a su autenticidad para plasmar la experiencia amorosa y amatoria. De este cuaderno forman parte poemas antológicos de la matancera, como el tan repetido “Me desordeno, amor, me desordeno” y “Muchacho”. El primero de estos se ha ido desgastando con el tiempo, pero no por ello debe restársele su cuota de acierto poético:

“Me desordeno, amor, me desordeno,
cuando voy en tu boca, demorada,
y casi sin por qué, casi por nada,
te toco con la punta de mi seno.

Te toco con la punta de mi seno
y con mi soledad desamparada;
y acaso sin estar enamorada
me desordeno, amor, me desordeno.

Y mi suerte de fruta respetada
arde en tu mano lúbrica y turbada
como una mal promesa de veneno;

y aunque quiero besarte arrodillada,
cuando voy en tu boca, demorada,
me desordeno, amor, me desordeno.”

En “La cita rota” plasma esta poesía de circunstancia que se eleva sobre ella misma para ofrecer un insospechado atractivo, revelar lo viejo, lo cotidiano que se expresa a través de la peluquería, el almuerzo, los usos por los que también se define, verbigracia en el soneto precisamente titulado “Carilda”, en el que trata de apresar en palabras huidizas su propia esencia de muchacha que sueña.

Este cuaderno fue prologado por otro de sus ya citados amigos, José Ángel Buesa, quien brevemente menciona su trascendencia como escritora, por sobre la nebulosa de los reconocimientos literarios, lo cual reside desde el punto de vista de Buesa en su capacidad de conmoverse frente a hechos y realidades que a otros les resultan indiferentes, en suma su capacidad de descubrir, transmitir, vibrar, que la singularizan dentro de la común poética femenina; en este sentido expresa:

“Pose esa peculiaridad singularísima del estilo propio, que permite reconocer como suyo un poema al que se le haya omitido la firma. Y tal vez por eso, su obra sobrepasa los límites galantes de esa categoría especial y un poco subsidiaria que es la “poesía femenina””

En “Llegada de la poesía” se aprecia la conciencia lúcida de la poesía que a pesar de no erigirse en sistema, se mantiene iluminando su quehacer lírico, el cual además no estuvo limitado al propio ámbito del deliquio amoroso sino que alude veladamente a una especie de fiebre social, por ejemplo cuando afirma que su vestido “era hermoso como una revolución”, en “La cita rota”, poema que aparece fechado en 1946 pero esto ofrece ciertamente dudas en cuanto a la coyuntura política y la necesidad de camuflaje.

Con esta obra concluye su quehacer poético previo al Triunfo de la Revolución, en el que ya se aprecian aciertos estéticos que la hacen merecedora de figurar en nuestra lírica y el trasunto de una sensibilidad femenina, pero sobre todo humana, que se basa en la consideración múltiple de los seres como iguales, ante quienes no usa coraza de ninguna índole sino que se entrega a la experiencia de la vida y entrega aquí una obra poética que da cuenta de la riqueza de esas vivencias.

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