4.1.3.3.4 La obra poética de Carilda Oliver Labra (1922 – ) después del triunfo de la Revolución


Carilda Oliver Labra continuó tras el triunfo de la Revolución una línea estilística similar a la que había desarrollado en la etapa precedente, la poetisa había logrado salvar su mirada de niña ante el paso del tiempo y mantenía una encomiable pureza de espíritu, capacidad de asombro ante la realidad que la circundaba y asimismo la rescatada reminiscencia de la infancia, aquella que no termina sino que es consustancial en todo momento a su óptica de la vida, como puede apreciarse en la primera estrofa de “La violeta combate”, contenida en el decimario “Tú eres mañana”:

“Si de niña –casi mala-
me entretuve en la libreta
simulando ser poeta
y luego quedé sin ala,
si cada sueño me tala,
si me hablan siempre de…
si mi familia se fue
a doler bajo la nieve
¿soy feliz o no se atreve
mi corazón de abecé?”

En este cuaderno también están plasmados sendos homenajes a símbolos vitales caros a Carilda, como son la ciudad de Matanzas y la vida y poética martiana, el primero de ellos en el testimonio lírico “Canto a Matanzas”, en el que se aprecia la ligazón espiritual con su ciudad por encima de otras consideraciones y en el poema “Glosa”, compuesto por cuatro décimas, cada una de estas culmina con uno de estos versos martianos: “Yo pienso cuando me alegro / como un escolar sencillo / en el canario amarillo / que tiene el ojo tan negro.”

En 1983 vio la luz “Las sílabas y el tiempo”, libro facturado desde el sentimiento del amor en todos sus recintos, imbricado a la muerte pero no solo el amor de pareja sino también filial, el padre, la madre, los ausentes, los conmovidos versos de “Madre mía que estás en una carta”, en el que la poetisa se despoja de vestiduras estéticas para decir solo “Mamá / vuelve con el terral, entra en el tiempo, / aprovecha el milagro de la tarde; / te cogeré la mano zurcidora / aquel olor a piña, / has de encontrar en el zaguán la areca / que se secó de echarle lágrimas.”

Al año siguiente publica el poemario “Desaparece el polvo”, en el que emerge la mujer madura que ha ya rebasado las etapas más dramáticas de su vida y aprendido en estos lances, sin deponer por ello su esencial manera de afrontar la alegría y la adversidad y su honda intimidad con el amor, como se aprecia en “Es una carta donde digo: amado” y “Desnudo y para siempre”; en este texto confluyen con similar calidad poética –cosa que ya venía cultivando en sus obras anteriores- la más depurada métrica y el alto verso libre.

Por su parte en “Anoche” y “Discurso de Eva”, también recogidos en este último poemario, la poetisa plasma con inusual autenticidad lo erótico femenino, en este último también la angustia y los sinsabores o más bien el agridulce sabor de la ausencia, autenticidad sin igual en el verso de “hazme otra vez una llave turca”, que rayaría en lo vulgar si no fuera por la maestría de Carilda en amalgamar lo culto y lo popular, lo meditativo y lo conversacional.

Se reproducen fragmentos de “Anoche”:

“Anoche me acosté con un hombre y su sombra.
Las constelaciones nada saben del caso.
Sus versos eran balas que yo enseñé a volar.
Hubo un paro cardíaco.”
(…)
Hoy encontré esa mancha en el lecho,
tan honda
que me puse a pensar gravemente:
la vida cabe en una gota.”

En 1987 aparece publicada la breve antología “Calzada de Tirry 81”, que recoge importantes piezas de la trayectoria lírica de Carilda Oliver Labra, después concebiría los títulos “Los huesos alumbrados”, “Se me ha perdido un hombre”, “Prometida al fuego” y vería la luz una antología más abarcadora, con el título de “Error de magia, como homenaje a la vitalidad poética de la matancera por antonomasia.

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