4.1.3.3.6 “Se me ha perdido un hombre”, Carilda Oliver Labra (1922 – )
“Se me ha perdido un hombre” es el libro de Carilda que mejor condensa el sentimiento del amor como leitmotiv de toda su obra, ofrecido desde el desconsuelo de la pérdida y a la vez la evocación amatoria, trasunto de todo el aprendizaje emocional de la autora para lidiar con la ausencia del amante con el que compartió muchos años realmente felices, desde una plenitud que no siempre se alcanza en la relación de pareja.
Las palabras son a la vez revelación y encubrimiento del sentimiento profundo que embarga a la autora, la desolación del vínculo roto por la muerte, una velada admonición contra la vida y los divinos designios, desde su modo particular de profesar la fe. Lo lúdico que se manifiesta en la selección del léxico y la construcción de los versos es un intento de contener la plana expresión de ese personal abismo que de todos modos emerge, quizás como llave del sentido de lo lírico en su relación con lo íntimo, puedan citarse los siguientes versos de “Tristeza que por ser mucha”:
“Tristeza que por ser mucha
jamás en verbo batalla;
pudorosa, cuanto calla
nadie lo sabe ni escucha.
Dolor que por ser tan hondo
le cabe silencio encima
y va gastándose en rima
mientras adentro lo escondo.”
Todos los poemas giran en torno a este mismo tópico, en ocasiones parafraseando obras trascendentes de la lírica española, como el soneto, atribuido a distintos autores, de “No me mueve, mi Dios, para quererte”, el de Carilda con el título de “No me canso, mi amor, ya de quererte”, en el que amolda al estilo y sensibilidad del citado poema su propia vivencia emocional del amor en la definitiva coyuntura de la muerte.
Como es típico en su obra lo más sencillo, lo cotidiano, le suscita un despliegue lírico que se eleva hacia más altas cimas, en este caso también puede hacer poesía con lo que pudiera ser lúgubre, como la autopsia del amado, pero para Carilda todo su entorno de realidad tiene un nivel poético similar, no establece jerarquías en cuanto a la participación de la realidad en la belleza y así proyecta también el amor.
Aunque los sonetos y los poemas rimados han sido tradicionalmente preferidos por la crítica en el caso específico de Carilda, en este texto algunas piezas versolibristas alcanzan trascendente autenticidad lírica, desde la emoción, como es el caso de “La palabra”, de tono un tanto más sobrio que otras de sus piezas, en las cuales, si alguna superficialidad pudiera haber, es aquella del que ha bajado ya a todos los abismos:
“Quisiera escribir de cosas interesantes
que son parte del mundo,
que alegran a los hombres,
de aquel descubrimiento
o acaso de misteriosos asuntos por venir;
pero solo me acude la palabra
que agobia por su peso,
que estremece,
que hace girar los témpanos,
las grietas;
y hermosa,
pura,
sube desde tu cadáver.”