4.1.3.7 La obra poética de José Angel Buesa (1910 – 1982)


José Ángel Buesa ha sido el más populista de los neorrománticos cubanos, admirado en su tiempo, incluso más allá de nuestras fronteras, la crítica lo ha acusado casi unánimemente de facturador de un arte de afán comercial en su empeño o quizás natural impulso masificador; sin embargo piezas de su autoría aun pueblan las libretas y las ensoñaciones de adolescentes y jóvenes cubanas, como huella indeleble del paso de Buesa por nuestra cultura y óptica del hecho poético, a veces anquilosada y estrecha en sus juicios.

Algunos han calificado al bardo incluso como un fenómeno de la comunicación de masas, en su habilidad para plasmar en moldes prefabricados y de fácil anclaje en el gusto popular sentimientos de compartida raigambre, sobre todo en lo que respecta a los vaivenes del amor, que como buen neorromántico plasma en su diversidad de zonas y matices, con un fuerte componente dramático que entroncaba perfectamente con la sensibilidad al uso.

Buesa nació en la provincia de Villa Clara y desde joven se interesó por la poesía y también el teatro y el universo de la radio, para la cual escribió guiones de novelas, basados en similares premisas que sus obras líricas. Fue uno de los representantes del neorromanticismo que más influencia ejerció sobre sus coetáneos, sobre todo en el contexto de la pequeña burguesía citadina, que se identificaba con su estética y le rindió bastante culto a sus obras.

Entre sus obras de juventud se encuentran “La fuga de las horas”, 1932; “Babel”, 1936 y “Canto final”, 1938, en las que ya se aprecia su decantación neorromántica pero en poemas modelados con cierto afán efectista, que incurren en la reiteración de palabras y motivos para complacer a cierto público; no obstante pueden apreciarse algunos aciertos en cuanto a la capacidad de fraguar imágenes poéticas y resquicios de un don lírico que no aspiró a empeños más elevados.

En la siguiente década publicaría, en 1943, “Muerte diaria” y “Oasis” –este último cuaderno, según afirma Virgilio López Lemus, fue editado en 14 ocasiones hasta 1962, lo cual evidencia la entusiasta recepción de su obra por parte del gran público, no solamente e incluso en menor medida el habitualmente consumidor de poesía- ; además “Odas por la victoria”, 1943; “Canciones de Adán”, 1947 y “Lamentaciones de Proteo”, 1947, este último una de sus piezas de mayor calidad y que se aparta un poco del acorde que había seguido hasta el momento.

A estos siguieron otra serie de cuadernos sin elementos realmente distintivos: “Alegría de Proteo”, 1948; “Nuevo oasis”, 1949; “Poemas en la arena”, 1949, “Poeta enamorado” (conformado por dos partes que publicaría en 1955 y 1960) y también aparecen ya dos antologías que recogen su tránsito por la poesía: “Doble antología”, 1952 y “Sus mejores poesías”, 1954, lo cual constituye asimismo indicio del éxito de sus obras.

El poeta se marcha de la Isla en 1960, pero aun así publicó tres poemarios desde que aconteciera el triunfo de la Revolución, la ya mencionada segunda parte de “Poeta enamorado” y los títulos de “Poemas prohibidos” y “Libro secreto”, de 1959 y 1960, respectivamente. Más allá del facilismo, los lugares comunes, la recurrencia temática y léxica, el encanto de sus piezas ha trascendido en un romanticismo de juventudes a ratos redivivo.

El pintor Jorge Arche Silva (1905 – 1956), sus aportes a las Artes Plásticas cubanas
La obra plástica de Enrique Caravia y Montenegro (1905 – 1992)
Wilfredo Oscar de la Concepción Lam y Castillo (1902 – 1982), la trascendencia de su obra plástica
El escultor Teodoro Ramos Blanco (1902 – 1972), su obra
La obra plástica de Gumersindo Barea y García (1901 – ?)
El pintor Carlos Enríquez Gómez (1900 – 1957), un exponente imprescindible de las artes plásticas cubanas
La obra del escultor Juan José Sicre y Vélez (1898 – ?)
La obra del pintor y arquitecto Augusto García Menocal y Córdova (1899 – ?)