4.4.2.2 Los temas de literatura cubana y lingüística en la obra de Fernando Ortiz (1881-1969)
Aunque Fernando Ortiz no fue un asiduo estudioso de la historia literaria de la nación, también se interesó por algunas piezas conformadoras de su acervo, sobre todo en la medida que le permitían conocer el pasado y las formas de vida de la Cuba colonial y otros elementos de interés para su más amplio cometido cultural. En cuanto a lingüística, los estudios lexicográficos y lexicológicos le permitieron adentrar se en el habla de las comunidades negras y en sentido general el contexto más amplio de lo insular.
En 1911 publicaría en “Cuba y América” un artículo titulado “La literatura cubana; resumen de su evolución” en el que se aprecia un dominio notable del reservorio literario del país, en sus más variados géneros, pues entiende a la literatura en su amplia acepción de palabra escriturada, en la cual tenían cabida manifestaciones más allá del ensayo, del ámbito de la filosofía e incluso la medicina y otras ciencias cuyas expresiones escritas no tienen por lo común un cariz estético.
En este texto aparecen vindicadas las figuras de Gabriel de la Concepción Valdez y Juan Clemente Zenea, aunque con relación a criterios estrictamente literarios. La figura de José Martí no había sido aun columbrada en toda su magnitud por Ortiz pero en otro sentido se aprecia su voluntad de indagar en la literatura como forma de conocimiento de los pueblos. Desde su contemporaneidad, sería impactado por la poesía negrista o afrocubana, fundamentalmente la que se le debe a Nicolás Guillén y Emilio Ballagas.
Lo propiamente lingüístico, sobre todo en cuanto a léxico, tiene un mayor espacio en su producción, en este sentido publica en 1921 en la revista “Bimestre Cubana”, su “Catauro de Cubanismos”, el cual amplía los horizontes en la comprensión del español que se hablaba en Cuba y la entremezcladura con términos y sonoridades propiamente o de reminiscencia africana.
Tenía en ese entonces en perspectiva un “Glosario de afronegrismos”, el cual publica finalmente en 1924 y constituye en ese sentido uno de los hallazgos que va dejando en su larga trayectoria científica, abocada a un propósito que contenía pero rebasaba lo puramente lingüístico. De 1926 data su texto “El lenguaje vernáculo de Cuba”.
En décadas posteriores continuó ampliando esta vertiente de los estudios lingüísticos, con “Algunos afronegrismos en la toponimia de Cuba”, de 1946 y “Etimología de la palabra mambí”, monografías en las que se interesa por el léxico en tanto resultado y elemento configurador de la propia cultura.
En cuanto a la literatura, aunque en pocas ocasiones fue objeto de estudio per se, debe señalarse que la reverencia a esta gran materia viva debe encontrarse igualmente en su propio discurso, en el cual lo científico y lo cultural no se expresaron casi nunca en moldes puramente denotativos sino que adquirieron visos literarios y a veces de un lirismo sorprendente.
En este sentido, Miguel Barnet llegó a afirmar: “Probablemente no hay en todo el continente una obra de más rica factura literaria en el campo de las ciencias sociales que la del autor de “La africanía de la música folklórica de Cuba” y “Los negros esclavos””