8.4 Principal exponente de la música cubana del Siglo XIX (1868-1900). Ignacio Cervantes.


Ignacio Cervantes.

Ignacio Cervantes es calificado como el poeta por excelencia, alcanzando niveles de una sensibilidad e intimismo sorprendentes. Cervantes no es un compositor clásico, en el sentido de pertenecer a esa corriente musical, sino que su obra representa un excelente ejemplo en el modo de hacer de lo tradicional una forma artística. Él pertenece a esa línea de autores musicales cubanos que hicieron, de los elementos populares, un componente para el arte y para la identidad cubana.

Nació en La Habana en 1847 y falleció en esta misma ciudad en el año 1905. Inició sus estudios musicales con su padre del que recibió los primeros conocimientos de piano, continuándolos con otros profesores prestigiosos como Juan Miguel Joval y Nicolás Ruiz Espadero. En 1865 matricula en el Conservatorio Imperial de París bajo las enseñanzas de los maestros Antoine Francois Marmontel y Charles Alkan, allí es donde obtiene un año después el Primer Premio en el Concurso de Piano, al que le sigue el de Armonía, que gana en 1867 y 1868. Estos logros confirman su gran virtuosismo y su elevada capacidad musical.

En 1870 cuando regresa a La Habana, inicia una destacada actividad en el medio artístico y social vinculándose a las luchas independentistas junto al violinista José White. Esto trajo como consecuencia que fuera expulsado de Cuba y radicara en los Estados Unidos, donde continuó luchando por sus firmes ideales.

Ya en 1879, regresa a su suelo natal y retoma la labor artística antes realizada como intérprete de las obras de compositores románticos europeos. En este período dirige también las orquestas de los teatros habaneros Payret (Prado y San Martín (San José), Habana Vieja, Cuba) y Tacón y se destaca como notable pedagogo al formar a discípulos como Eduardo Sánchez de Fuentes, quien luego se convertiría en un relevante músico.

Cervantes inició la creación de sus obras desde muy joven. En su producción musical se encuentran música de cámara, sinfónica, zarzuelas y una ópera, pero sobre todo se destacó, por sus danzas para piano, en las que recoge la esencia de lo cubano: emplea los ritmos típicos de la música cubana incluyendo el cinquillo cubano, el tratamiento del piano es más desarrollado, ya que se abarcan todos sus registros. Es el continuador del nacionalismo iniciado por Saumell. Es significativo señalar el contrapunto musical que se establece entre ambas manos, pues el bajo armónico que aparece con frecuencia en el registro grave, se desarrolla como una melodía más que, en ocasiones, suplanta la voz superior.

Sus obras, todavía logran deleitar con vigencia, el elemento nacional que las distinguen. Adiós a Cuba, Los delirios de Rosita, Los muñecos, Picotazos y No bailes más, entre otras muchas, son representativas del repertorio pianístico cubano y su significación trasciende los valores musicales que encierran cada una de ellas, pues constituyen muestra de la estilización de elementos característicos de la identidad nacional.

A Cervantes se le estudia en las escuelas y conservatorios de música del país, los estudiantes vuelven sobre sus partituras una y otra vez, sus libros son reeditados, mientras que su obra Adiós a Cuba perdura entre toda la música del filme Fresa y chocolate (1993), de Tomás Gutiérrez Alea, donde el tema de la relación entre nacionalismo y emigración es uno de los ejes centrales.

De tal forma, cien años después de su muerte, Cervantes sigue siendo, dentro del amplio espectro cultural cubano, un símbolo de la música en Cuba.

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