2.1.14.2 Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, el Cucalambé (1829 – 1862)
La vida del Cucalambé estuvo signada por su pertenencia al pueblo, al que rindió tributo y dedicó la ofrenda de sus versos. En su tiempo fue considerado un epígono de José Fornaris, aunque en la historiografía y la propia creación literaria la voz de Fornaris no ha tenido prácticamente resonancias y la obra cucalambeana en cambio constituye savia viva que todavía fecunda la poesía popular, inscrita definitivamente en la simiente espiritual de la lírica cubana.
Roberto Manzano se refiere al Cucalambé: “Poeta de Tierra Adentro, Juan Cristóbal Nápoles Fajardo es la voz del campesino que nos constituyó medularmente como pueblo y la del espíritu crítico del ciudadano que anhela mejor vida (…) Entró en el nativismo como quien esperaba una voz para desembridar su alma de un modo que nadie lo pudo ya superar: su labor es la representación suprema del guajiro, y si ha habido entre nosotros una utopía estética que ejerciera una influencia eficaz sobre sus lectores, al punto en que no es bien discernible en que los refractaba o modelaba, fueron sus llamados cantos cubanos, que pasaron con naturalidad y prontitud de sus labios al corazón del pueblo.”
Sin embargo, el impacto de su obra no fue tan inmediato, aunque profundo y sostenido a través de los vaivenes del tiempo. En 1857 publicó su poemario “Rumores del Hórmigo”, concebido también como homenaje a José Fornaris y la propia poesía nativista, y este no alcanzó la popularidad de que habían gozado las obras de Fornaris, a pesar de un cincelado artístico superior.
La obra del Cucalambé está signada por un trabajo estilístico aclimatado a la sencillez del verso, donde confluyen varias dualidades, una de ellas es la efectiva simbiosis, sin fracturas, de lo popular y lo culto en una expresión depurada pero no artificiosa; ya se ha apuntado la imbricación en su poética de las corrientes siboneyista y criollista, a la vez que incursiona en la cultura rural con verosimilitud pero incorporándole una sana dosis de utopía.
Confluyen asimismo en su particular cosmovisión elementos de las dos generaciones románticas, movimiento al cual se adscribió abiertamente y plasmó en su metapoética:
“¿Tú piensas, amigo sincero,
Tú juzgas, amigo cándido,
Que yo cursé la poética
Para llorar como Heráclito?
¡No, en mis días! Un estólido
Quiero ser más bien, o un pájaro
Al son de mi ruda cítara,
Que ostentar numen pindárico.
“Que cultiven ese género
Los que como tú son clásicos,
No yo, que vivo con ínfulas
Y ribetes de romántico.”
El Cucalambé no despertó la inspiración de poetas posteriores del ámbito culto, sin embargo su legado quedó en el pueblo y allí si contó con epígonos que desarrollaron sus líneas expresivas si atenerse estrictamente a ellas. Entre sus aportes se señala como el más trascendente la definitiva cubanización de la décima, al adaptarla como continente estético al contenido de lo identitario cubano, pasando por expresiones lingüísticas puramente insulares, si es que puede hablarse de pureza en literatura y sobre todo en el contexto de Cuba.
Uno de sus poemas emblemáticos, Hatuey y Guarina, se sumerge en el amor de estas dos figuras pero también reivindica la absoluta legitimidad de la resistencia de los aborígenes a la conquista, a la vez que sugiere un llamado implícito a iniciar nuevamente la lucha: ““!Oh Guarina! ¡Guerra, guerra / Contra esa perversa raza / Que hoy incendiar amenaza / Mi fértil y virgen tierra.”
La poesía cucalambeana, inmersa en la corriente nativista, se adentra en la raigambre espiritual de la nación cubana, la cultura aborigen incontaminada de occidentalismo en la etapa prehispánica, y desde allí apunta hacia la supresión de lo español en la independencia y un potencial retorno a los orígenes. Sobre su desaparición y muerte se ha conjeturado mucho, pero los indicios apuntan a que fue asesinado por causas políticas.
Sin adentrarse en la zona existencialista de su poesía, puede concluirse con estos versos que hacen intuir la firmeza simbólica del poeta ente el destino:
“!Oh mundo! Mar extendido
Donde hay tantos que navegan
E indiferentes le niegan
Protección al desvalido.
Continúa embravecido,
Arrastra mil banderolas,
Que yo admirándote a solas
Con un entusiasmo extremo
A ti me lanzo y no temo
Que me envuelvas con tus olas”