4.1.1.12.2 La obra poética de Rubén Martínez Villena (1899 – 1934), tercera etapa, otros textos
La tercera etapa de la obra creativa de Rubén Martínez Villena es la comprendida entre 1928 y su muerte en 1934, la menos prolífica de todas justamente por su entrega al proceso revolucionario; lo cual es consecuente con su credo personal si se tiene en cuenta que había ido evolucionando hacia una actitud cada vez más combativa, actitud que llegaría a su clímax con su oposición a la dictadura de Gerardo Machado.
A raíz de una publicación de Jorge Mañach, en la que lo califica de forma irónica como “nuestro Rubén”, estableciendo un falso parangón con Rubén Darío, Villena le respondió con una epístola publicada en “El País”, contentiva de la siguiente frase, ilustrativa de la actitud que asumiría el joven en esta etapa:
“Yo no soy poeta (aunque he escrito versos); no me tengas por tal, y por ende, no pertenezco al “gremio” de marras. Yo destrozo mis versos, los desprecio, los regalo, los olvido: me interesan tanto como a la mayor parte de nuestros escritores interesa la justicia social. ¿Comprendes? No soy, pues, un competidor…”
En muchos sentidos, el drama existencial de Rubén recuerda al que tuvo que enfrentar el Apóstol, ante la inevitable bifurcación de la vocación estética y patriótica. En el caso de Villena se sumaba a esto el asedio de su enfermedad y la muerte como un fantasma que lo apuraba a cumplir su cometido revolucionario, lo cual sesgó esta última etapa de su lírica, en buena medida además por su voluntario retraimiento de la creación artística.
De esta etapa datan sus textos: “A Tete Casuso”, “A una cubana”, “Mensaje Prenupcial anticatólico” y “Grito” –a los que quizás se sumen otros de los que no se conocen fecha cierta- en este sentido permaneció en lo que puede llamarse primeros estadíos de la vanguardia, sin derivar hacia ninguna de las corrientes posteriores que se nutrieron de este movimiento.
Entre las actividades intelectuales en que estuvo inmerso durante esta etapa de luchas y destierro, se encuentra la redacción del “Boletín del Torcedor”, en 1929; ya en Nueva York colabora en las revistas “Mundo Obrero” y “Vida Obrera” y en el periódico “Luchador del Caribe”. Durante su estancia en Moscú continúa su labor intelectual y a su regreso a Cuba colabora en “El Trabajador”, a la vez que planifica y dirige la huelga que derroca a Gerardo Machado, falleciendo poco después.
Otro gran poeta, Nicolás Guillén, ha dicho sobre él: “Era un gran poeta no solo por el ímpetu lírico, sino también por el sabio freno con que lo encauzaba y dirigía. Su cultura literaria era vasta, y ello se ve en sus poemas, técnicamente muy depurados.”