4.2.7.1 Piezas narrativas más importantes de Alfonso Hernández Catá (1885 – 1940)
El discurrir narrativo de Alfonso Hernández Catá se inicia con la publicación en 1907 de “Cuentos pasionales”, cuyos textos más sobresalientes, de acuerdo con Alberto Garrandés “ilustran un contrapunto entre el orden real y el orden ideal de las cosas, discrepancias que encarnan seres muy singulares por el tipo de conducta que los identifica. (…) para él los hombres y su universo de ideas están en el lugar de dios, la naturaleza, en el paraíso y el alma humana –sus contradicciones- en el infierno”
Por su parte, “Los siete pecados”, de 1920, contiene una serie de narraciones de altos tintes melodramáticos, que rozan el llamado folletín pero de más altas pretensiones indagatorias. Plasma en el texto su interés por fenómenos sociales, desde la perspectiva del individuo, que se apartan de lo establecido, de los valores morales consuetudinarios e incluso el crimen, la muerte, en definitiva conductas asociadas a situaciones límites.
“El corazón” y “El Libro de amor”, este último integrado por narraciones largas, reflejan cierto sentimentalismo y una variedad de espacios en los que siempre Hernández Catá privilegia el drama íntimo, el conflicto al interior de lo humano, universal en el planteamiento de situaciones atópicas y atemporales. Sin embargo en el segundo texto aparece el relato “El sembrador de sal”, de superior calado estético, que tiene como parte de su trasfondo a la Habana de la época y roza los conflictos derivados de la fractura entre las clases sociales.
“Piedras preciosas”, de 1924, como su nombre permite intuir, presenta una fuerte herencia modernista en tanto recrea tópicos y símbolos exóticos, no usuales en el comportamiento de su narrativa hasta ese entonces. “Los chinos”, contenido en este, constituye una de las piezas más importantes de nuestra historia narrativa, en tanto aborda las difíciles condiciones de vida de los braseros inmigrantes en Cuba, desde una óptica que rompe con los prejuicios raciales de la época.
En “Cuatro libras de felicidad”, aparecen tanto relatos de tema foráneo como nacional, estos últimos en torno a la Habana y una marginalidad citadina quizás no exclusiva de la Isla pero que presenta características distintivas, ello sin abordar a fondo las causas sociopolíticas y las regularidades comportamentales en los grupos sociales, sino más bien el discurrir individual, sobre todo en el plano mental.
Otros textos narrativos, tales como “Estrellas errantes”, “La voluntad de dios” y “Una mala mujer”, los dos primeros de 1921 y el último de 1922, tienen núcleos temáticos más dispersos dada la variedad de intereses que motivaron la escritura de Hernández Catá, están presentes en estos sin embargo los grandes dilemas humanos, la búsqueda de una ética más allá de los convencionalismos sociales y la felicidad como leitmotiv último, al que se anteponen las normas morales a veces absurdas que el individuo se ha visto obligado a asimilar para su supervivencia psicológica.