4.4.1.1 La obra narrativa de Jesús Castellanos (1879 – 1912)


Jesús Castellanos fue también un narrador destacado de la primera década republicana, dentro del marasmo ideológico y estético de esta etapa. A diferencia de otros coetáneos que ya apuntaban hacia la toma de conciencia con respecto a la situación nacional de sujeción a los Estados Unidos, Castellanos consideró que este tutelaje resultaba positivo para el desarrollo económico y esto se aprecia también a través de su narrativa.

Sus dos piezas más conocidas son “De tierra adentro”, 1906 y “La Conjura”, 1909, esta última le valió el premio en los Juegos Florales del Ateneo de la Habana; pero en el trienio final de su vida escribió algunas otras piezas de valía para la historia literaria nacional, entre ellas la noveleta “La manigua sentimental”, de 1910, en la que se aprecia su desconocimiento de cómo había transcurrido y el significado de la gesta patriótica de 1895.

“De tierra adentro” tiene un carácter bucólico, en tanto idealización de la vida campesina, el paisaje, la simplicidad; pero ello como forma de evasión de la cotidianeidad citadina y los conflictos que ella suponía, cuya matriz política no estaba preparado para desentrañar. Su estilo no rebasa el contexto del modernismo con fuertes reminiscencias románticas y no ahonda mucho más allá de lo natural, donde la pobreza, como apuntara Alberto Garrandés, solo significa humildad e inocencia.

Por su parte, “La Conjura”, rompe con la apuntada cosmovisión de imbricación romántica y modernista, para adquirir francos tonos realistas en las descripciones y el abordaje de los personajes, contentivo de historias que se proponen y logran señalados tintes de verosimilitud y abordan además problemáticas morales más próximas al ámbito de las ciudades, si bien no ajenas al acontecer de los poblados campesinos.

“La garza”, escrita poco después, constituye el mayor logro de Castellanos en sus incursiones narrativas, donde el tópico social prevalece sobre el agotamiento del paisaje como leitmotiv literario. Los hechos transcurren a bordo de una precaria embarcación azotada por un temporal, lo cual es aprovechado para trazar los contrastantes perfiles de los pudientes y los desposeídos, estos últimos personificados en un grupo de carboneros. El autor quizás hubiese enrumbado por este cauce temático de no haber muerto tan tempranamente.

La obra narrativa de Jesús Castellanos, a pesar de los sesgos apuntados en cuanto a la errónea perspectiva en que apreció su coyuntura nacional, tiene no obstante el acierto de haber revisitado el ámbito campesino y con ello la tradición criollista de la centuria anterior, lo cual significaría un fresco asidero para la narrativa posterior. Resultan notables también las derivaciones literarias de su recia personalidad, en materia de ética, donde abogó por la ruptura de los convencionalismos, en aras de la felicidad humana, aunque todavía desde una óptica individualista.

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