4.1.2.3.2 Primeras incursiones poéticas de Virgilio Piñera, “Las furias”, de 1941
La obra inicial de Virgilio Piñera comienza con el poemario “Las furias”, de 1941 y las piezas que publicó en los dos números de la revista “Poeta”, que él mismo había fundado y otros en “Espuela de plata”. Desde estos años se reflejan ya las que en cierto modo serían directrices de toda su producción poética e incluso narrativa y dramatúrgica, en torno al absurdo, lo intrascendente y el vacío existencial a la vez que el intento de conjurarlo.
En el poema que da título al cuaderno “Las Furias”, se aprecia primeramente la inclinación de Virgilio por los motivos y ámbitos mitológicos, en este caso asociado a lo destructivo, consustancial a un raigal pesimismo y preferencia por lo sombrío, desde lo cual emerge una alegría de las antípodas, de difícil intelección al margen del universo de Virgilio:
“Este helado cristal de la persona
entre Furias cayendo se divierte.
Solemniza los apagados cirios el sueño de su risa
y los dientes que inician el destino.
A un viento de cadáveres
el borde de su túnica interroga.
Es la aplomada pluma de las Furias
la que en la frente de los dioses bate,
mas allá de la piel, en sordo vuelo,
solicitando el río envenenado.
(…)
(…)
¿No es que el río divido cayendo entre vosotras?
¿No es que el garzón de las melancolías
furiosamente odia esas islas de las consagraciones?
Una amarilla rabia,
una amarilla tela,
un amarillo espejo,
una amarilla lluvia,
es todo cuanto queda, alegres Furias.”
A lo largo de su trayectoria inicial como poeta y especialmente en este poemario, resulta ya patente el tema de la muerte y la nada como única realidad, de todo punto intrascendente en su cosmovisión, ya sin embargo se insinúa también un romanticismo inconsciente y renegado de sí que aflora en muchas de las páginas.
Aunque aun no existía Orígenes como revista, aquí se aprecia ya el carácter de nota discordante que tendría la poética de Piñera con respecto al resto de los origenistas, así como la impronta de un surrealismo tropicalizado y zonas afines a los universos aprehensivos de Kafka.
En estos poemas son perceptibles asimismo los primeros signos de lo que se ha dado en denominar antipoesía, no tanto en lo que respecta al léxico como al trasfondo de los contenido; pues mientras la actitud trascendentalista primaba en el panorama poético de su tiempo, Piñera destacaba lo intrascendente de la realidad, en un afán a ultranza de desacralizar y exponer tal cual sus concepciones en torno a la nada, la muerte, como único derrotero.