4.1.2.6.2 “Palabras escritas en la arena por un inocente”, Gastón Baquero (1918 – 1997)
“Palabras escritas en la arena por un inocente” constituye un texto confesional, en este sentido uno de los que ha llevado hacia su más auténtica realización este matiz a la lírica cubana. El extenso poema está dividido en diez secciones, a través de las cuales el poeta va develando su actitud vital, pero en un lenguaje que es pura connotación, lírico fluir en que plasma su natural armonía, rasgo muy propio dentro de la comunidad estilística, no monolítica, de Orígenes.
En su primera sección y a lo largo del texto, el poeta aúna la inocencia y la niñez como estados del alma que no puede comprender del todo sus circunstancias, en un mundo que le es dado y que el poeta vive sin intentar desentrañar. Desde el punto de vista axiológico, coloca el valor de la vida per se y la naturalidad del ser por encima de la intelección despersonalizada de la realidad:
“Yo no sé escribir y soy un inocente.
Nunca he sabido para qué sirve la escritura y soy un inocente
No sé escribir, mi alma no sabe otra cosa que estar viva.
Va y viene entre los hombres respirando y existiendo.
Voy y vengo entre los hombres y represento seriamente el papel que ellos quieren:
Ignorante, orador, astrónomo, jardinero.”
Muerte, sueño, alucinación, vida, convergen en la vorágine del ser suplantando la realidad, negando en cierto modo que exista esta más allá de los sentidos, a la manera de un espontáneo solipsismo. En el poema sin embargo, particularmente en la segunda sección, se aprecia el manejo de referencias que evidencian la cultura del autor, atinentes en general al mundo clásico, en una atmosfera de intemporalidad.
El sentido de la escritura como dictado divino esta también presente en estas páginas, desde la comunidad espontanea con el creador –quizás la espontaneidad defina en gran medida todo el espíritu del poema- en la cual no existe el pecado, el hombre aun no lo ha inventado para su propio suplicio.
La muerte tiene ese valor de panacea que le han atribuido otros autores de nuestra tradición, asociado asimismo a la mujer; pero no existe dicotomía entre esta y la vida sino que son parte del mismo fluir hacia lo eterno, obras en definitiva del dios que dividió el día de la noche y partes de una misma búsqueda, no de conocimiento sino de la sustancia de dios.
El tópico de “la vida es sueño”, de la obra así titulada por el dramaturgo y poeta español Pedro Calderón de la Barca, es recreado en estas páginas. Junto a ello verdad y mentira pierden su antagonismo en virtud quizás de la relatividad de la percepción, pero sobre todo porque para el poeta todas las palabras y por extensión los hechos tienen sentido en dios. Constituye este uno de los poemas de más auténtico aliento de la tradición cubana.