2.3.3 La obra narrativa de Cirilo Villaverde (1812 – 1894)


La narrativa de Cirilo Villaverde por lo general se identifica solo con su obra cumbre, “Cecilia Valdés o la Loma del ángel”; pero el autor fue más prolífico de lo que se supone y llegó a ser reconocido como escritor de talento desde la primera mitad del siglo XIX. Publicó varios relatos y novelas cortas, redactadas por entregas y adosadas a revistas y periódicos de la época, como “El Álbum” y “El Plantel”.

Recibió tempranas críticas de Ramón de Palma, bastante objetivas -aunque a veces ácidas- a pesar de lo incipiente que resultaba el cultivo de la narrativa en la Isla, estas contribuyeron a que Villaverde fuera perfeccionándose hasta superar al propio Palma, quien llegaría a afirmar: “desde el descubrimiento de la isla de Cuba hasta la fecha, ningún otro habanero que sepamos, sino el señor Villaverde, ha publicado una colección de novelas originales”

Esta colección la inició con cuatro narraciones que comparten características comunes: “El ave muerta”, “la peña blanca”, “El perjurio” y “La cueva de Taganana” En estos relatos, aunque tienen referentes en la realidad, los personajes son “romantizados” para darles cabida en el canon imperante, muy del gusto de Villaverde en la etapa inicial de su narrativa, no están exentos de melodrama y salpicados de una sexualidad donde casi siempre acecha la endogamia. Se ha señalado que su intención de “hacer literatura” provoca que eluda la expresión directa y se sumerja en rimbombantes retoricismos.

En “Excursión a Vueltabajo”, publicada en dos partes poco después, Villaverde adelanta algo de lo que serían sus excelentes descripciones de paisajes y paisanos, y se aprecia un mayor dominio de los recursos narrativos, aunque no se trate de una obra de ficción y no contenga tampoco todos los ingredientes de una novela.

Sobre estos textos, Antonio María Eligio de la Puente apunta: “Villaverde se nos anuncia desde estas sus primeras páginas, como excelente pintor de nuestro medio; y más tarde, ya experimentado en la faena literaria, sus personajes adquieren tal realismo que como dice Manuel de la Cruz, parecen reproducidos como por una cámara oscura; sus descripciones parecen copias exactas, y las escenas que narra están llenas de verdad al mismo tiempo que logran manejar el diálogo con verdadero arte y propiedad”

En 1838 publica dos cuentos: “Engañar con la verdad”, y “El espetón de oro”, el primero de ellos bien logrado pero intrascendente por su temática, el segundo sí constituye el primer gran acierto narrativo de Villaverde, reproduce el tópico del amor contrariado, en este caso el de una joven campesina que es obligada a casarse con un hombre adinerado y a separarse de su auténtico amor, al lado del cual es hallada muerta con un espetón de oro clavado en el pecho la misma noche nupcial. Los hechos son velados por cierto misterio que alude al género policial, sin imbricarse a fondo en este; a la vez, Villaverde presenta a la justicia domeñada por el poder del dinero, retrato bastante nítido del funcionamiento de las instituciones que debían administrar justicia en el largo lapso colonial.

A estas siguieron otras narraciones bastante bien logradas, donde iría perfilando su peculiar rasgo narrativo, como se aludía en ese entonces a lo que hoy conocemos por estilo. Entre otros títulos, publicó “La joven de la flecha de oro”, los relatos de “Cecilia Valdés” y “Teresa” (Esta primera y más breve versión de Cecilia Valdés posee elementos argumentales en común pero no es la que vio la luz definitivamente en 1882), “Una cruz negra” y “Dos amores”. A veces su prosa gira hacia el artículo costumbrista, el testimonio y otras modalidades de las letras; pero siempre vuelve al cauce narrativo con superior caudal estético y vivencial, hasta llegar al clímax de sus potencialidades narrativas con la Cecilia Valdés de 1882.

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