3.3.4 La trayectoria de Manuel Sanguily (1848 – 1925) como orador político
Una de las primeras piezas oratorias que se conoce de Manuel Sanguily data del momento histórico de la Asamblea de Guaimaro, aunque ya antes había actuado como orador en las tertulias literarias del Liceo de la Habana. Asociada a la manigua aunque desde la óptica del Derecho -disciplina que había comenzado a estudiar en la Universidad antes de desencadenarse la Guerra de los Diez Años- estuvo la función de defensor que desempeñó a menudo en los consejos de guerra.
Se trasladó a España tras el fracaso de la primera gesta independentista, donde culminó sus estudios de Derecho y regresó a Cuba. Se destacó como disertante en las veladas de la Revista de Cuba, las tertulias de José María de Céspedes y posteriormente en el Círculo de la Juventud Liberal de Matanzas, donde pronunció una alocución con el título; “Elementos y caracteres de la política en Cuba” primero de esta naturaleza que elaboró tras el Zanjón, contentivo también de un hondo homenaje a los héroes de la Guerra Grande:
“Aun se alza en la conciencia la augusta sombra de algún prócer que solo vive la vida del recuerdo cobarde en las confidencias familiares en voz baja, esperando indignado salir entero a la luz en la noble y franca inmortalidad de la historia (…) dondequiera, en plazas y calles, en los montes y los llanos, se siente aquí, a través de la poesía del recuerdo y de las amarguras y tristezas de la realidad, agitarse –como átomos vivos y numerosos –los elementos inmortales de la religión inmortal de nuestro espíritu, las notas dispersas y sonoras de ese coro sublime de patriotismo que resuena en el corazón de nuestro pueblo… el único timbre de legítima gloria para los cubanos”
Los cauces del discurso de Sanguily eluden los lugares comunes en materia de política, a través de la riqueza de matices y una voluntad evocadora y lírica que transpone los marcos del mero propósito de convencer. Se movió con relativa facilidad entre lo político y lo académico, aunque siempre incluía alguna certera alusión, más o menos incisiva, a la situación política asociada al colonialismo español.
Entre los tópicos que fungieron como leitmotiv de sus alocuciones, estuvo el fusilamiento de los estudiantes de medicina, además de aquellas piezas pletóricas de un tono de convocatoria a emprender nuevamente la lucha. Desde un punto de vista más académico destacan sus conferencias: “El dualismo moral y político”, “Sobre José María Heredia”, “La situación, sus causas y sus remedios” y “El descubrimiento de América”, pronunciadas entre 1888 y 1892.
Después de iniciarse la Guerra Necesaria, se radicó en Nueva York y durante todo el período bélico pronunció numerosos discursos, entre ellos uno en el propio año de 1895, en conmemoración del 10 de octubre. En este elogió a Carlos Manuel de Céspedes, precursor de la Guerra de los Diez Años y a José Martí, como aglutinador de los esfuerzos que llevaron al inicio de la gesta que estaba teniendo lugar en ese entonces.
En el período republicano ocupó varios cargos políticos y académicos, entre ellos sobresale el de Secretario de Estado del gobierno de José Miguel Gómez, desde el cual asumió una actitud de defensa de la soberanía nacional. Asimismo, ocupó la cátedra de Retórica y Poética del Instituto de la Habana, del cual fue además director.