Amelia Peláez del Casal (1896 – 1968), sus aportes a las artes plásticas cubanas


Amelia Peláez del Casal nació en Yaguajay, el 5 de enero de 1896, y falleció en 1968, a la edad de 72 años. Es una de las más destacadas exponentes de las artes plásticas en Cuba. Sus naturalezas muertas, así como sus obras de cerámica y vitrales, han quedado como un legado imperecedero de arte y maestría técnica; su trayectoria ha sido reconocida con altos galardones, tanto en Cuba como en el extranjero.

Ella, como la mayoría de las personalidades más brillantes de la pintura, la escultura y otros ámbitos de creación artística, cursó estudios en la Academia de San Alejandro. Desde temprana edad descolló por su talento y en 1920 ya había expuesto con éxito sus primeras obras. De esta etapa datan las piezas Aldeana y Estudio, donde plasma ya un modo de hacer que signaría su labor posterior.

Sus obras Parque Mendoza y El laurel de la cabaña datan de 1922, las cuales abrieron una etapa muy fecunda que continuaría con una exposición organizada en 1924, junto a la también pintora María Josefa Lamarque. De dicha muestra formaron parte piezas como Barcos de regla, Cañas bravas, Casablanca, Puentes Grandes, Fuentes y Triste camino, por solo citar algunas. Antes de 1927, había también expuesto para el público Los muelles, Bajo el puente, El cementerio, Cantera, Estanque y Árbol de invierno.

Fue una artista cosmopolita que visitó varios países de Europa, como España, Francia (donde sus obras fueron expuestas en más de una ocasión, entre 1927 y 1933), Alemania y Checoslovaquia; también se relacionó con personalidades culturales de relieve, entre ellas el propio Pablo Picasso. En 1930 recibió clases de cerámica y colorido con una profesora rusa nombrada Alexandra, lo cual influyó positivamente en su carrera.

En 1934 se encontraba de vuelta en Cuba, donde continuó creando y afianzándose en el panorama de la plástica nacional. El colorido de sus lienzos y la cuidadosa estética que caracteriza a cada una de sus obras le valieron numerosos reconocimientos, en disímiles rincones del mundo. El vínculo raigal con la identidad cubana ha propiciado que permanezca entre nosotros, no solo en la fachada de importantes edificios como la del Hotel Habana Libre, o en el Museo de Arte Cubano, sino en el centro de nuestra cultura y en la esencia de la cubanidad.

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