Historia de la pintura cubana, influencias y concepciones estéticas que determinaron su evolución hasta la actualidad


Los verdaderos orígenes de la pintura cubana se remontan al período previo a la conquista, donde coexistieron o prevalecieron los grupos aborígenes de guanatahabeyes, siboneyes y taínos. A pesar de que estos no alcanzaron el desarrollo de otros asentamientos de América Central y América del Sur, y fueron exterminados en menos de un siglo, dejaron una huella que no se borró totalmente, sobre todo a través de los pictogramas hallados en muchas cuevas y de piezas de alfarería con interesantes decorados, esto último en el caso de los taínos, que conocían la cerámica.

Con la colonización española y la consecuente inmigración de peninsulares, paulatinamente se fueron introduciendo piezas de artistas europeos que se sumarían al ámbito visual de las generaciones posteriores, es decir los criollos. Ya en el primer siglo de la conquista hay referencias de una obra plástica cuyo autor había nacido en tierra cubana: el retablo o altar mayor de la Parroquial Habanera, de Juan Camargo, de quien no se conocen otros datos ni piezas. En el siglo XVII, para 1646, otro pintor cubano, nombrado Juan de Salas y Argüello, le había donado su obra “San Miguel Arcángel y Nuestra Purísima Concepción” a la iglesia del Convento de Santa Clara, de las monjas clarisas, en La Habana.

En el siglo XVIII ya algunos pintores criollos resultaban conocidos, entre ellos José Nicolás de la Escalera y Domínguez (1734 – 1804), Juan del Río (1748 – 1846) y Vicente Escobar y de Flores (1762 – 1834), quienes eran retratistas y también continuaban con la tradición de la imaginería religiosa. Paralelamente, algunos se dedican al “oficio” de manera ocasional, incluso personas conocidas por otros motivos, como el poeta Juan Francisco Manzano y el conspirador José Antonio Aponte, ambos negros, en una sociedad esclavista y, consecuentemente, profundamente racista. Por otra parte, proliferaban las imágenes pictóricas populares, de autor desconocido, donde se expresaba la exhuberancia del trópico y elementos de la identidad cubana, antes de que la isla se constituyera en nación.

En el siglo XIX la pintura cubana se define fundamentalmente por el academicismo, en ello influyó el contexto histórico – social decimonónico, con el auge que empezaba a tomar la burguesía criolla, que tenía como modelo al viejo mundo europeo y su refinamiento artístico, de impronta romántica. La fundación de la Escuela de San Alejandro (originalmente recibió el nombre de Escuela Gratuita de Dibujo y Pintura), en 1818, determinó que se instaurara este modelo, donde lo autóctono social en ocasiones quedaba relegado. El paisaje natural, las zonas rurales, sí fueron plasmados pero desde una óptica sentimental e idílica, en ello tuvo un papel destacado el matancero Esteban Chartrand y Dubois (1840 – 1883).

Los albores del siglo XX, en particular la década de los 20, conllevaron un proceso innovador en la pintura cubana. A la par que comenzaba a expresarse lo auténticamente nacional, muchos artistas tuvieron la posibilidad de recorrer importantes urbes culturales y nutrirse de diversas tendencias artísticas, lo cual rompió con el aislamiento que había primado en siglos anteriores. La Escuela de San Alejandro continuó siendo el centro formador por excelencia de los pintores cubanos, pero se flexibilizó en cuanto a postulados conceptuales y estéticos; por ejemplo, en 1937, Eduardo Abela funda allí el Estudio Libre de Pintura y Escultura. Con el triunfo de la Revolución Cubana, en 1959, tuvieron lugar nuevas transformaciones, no solo en la creación sino en el consumo cultural, dado el incremento general del nivel de escolaridad de la población. Lo autóctono y lo universal han continuado su diálogo desde entonces en la pintura cubana, a pesar de las vicisitudes económicas, y se vislumbra una creación pictórica cada vez más diversa, donde las concepciones estéticas no se impongan como modelos absolutos.

José Nicolás de la Escalera y Domínguez (1734 – 1804), sus obras pictóricas

El pintor Jorge Arche Silva (1905 – 1956), sus aportes a las Artes Plásticas cubanas
La obra plástica de Enrique Caravia y Montenegro (1905 – 1992)
Wilfredo Oscar de la Concepción Lam y Castillo (1902 – 1982), la trascendencia de su obra plástica
El escultor Teodoro Ramos Blanco (1902 – 1972), su obra
La obra plástica de Gumersindo Barea y García (1901 – ?)
El pintor Carlos Enríquez Gómez (1900 – 1957), un exponente imprescindible de las artes plásticas cubanas
La obra del escultor Juan José Sicre y Vélez (1898 – ?)
La obra del pintor y arquitecto Augusto García Menocal y Córdova (1899 – ?)