La obra del pintor y grabador José A. Bencomo Mena (1890 – 1962)


José A. Bencomo Mena nació en Remedios, Villa Clara, el primero de agosto de 1890. Desde niño mostró afición por la pintura. Posteriormente se trasladó a La Habana y matriculó en la Escuela de San Alejandro; allí, por sus excelentes resultados, le fue otorgada una beca para continuar sus estudios artísticos en Europa, donde recorrió varios países y pudo actualizarse de lo que acontecía en materia de arte en las principales urbes del viejo mundo.

Residió en Italia durante 8 años, durante los cuales tuvo la oportunidad de acceder a las fuentes más importantes del arte occidental, la cuna del renacimiento europeo y de los principales motivos y técnicas que aun se hallaban en boga en su época. En la emblemática ciudad de Florencia estudió grabado, tanto al aguafuerte como de xilografía, siendo uno de los precursores en Cuba en cuanto a este ámbito de creación.

Esta etapa de su vida le permitió una amplia formación académica y un contacto directo con la creación artística más variada y prolífica de su tiempo. En este sentido, tuvo la oportunidad de estudiar procedimientos murales en el Instituto de Artes Decorativas de la Escuela de Encáustica de Roma, así como procedimientos y procesos pompeyanos, en distintos centros de arte. No solo fue un estudioso sino que tuvo la posibilidad de exponer sus obras en salones de cierta importancia, con lo cual obtuvo notoriedad fuera de Cuba.

Al regresar a la Isla, continuó su trabajo como artista. Expuso su obra en los salones del Diario de la Marina, con bastante éxito. Posteriormente, en 1928, fue nombrado profesor de la Academia de San Alejandro, integrándose así a un cuerpo docente de élite. Al año siguiente, 1929, obtuvo la Medalla de Plata en la Exposición Iberoamericana de Sevilla, con un paisaje de particular colorido y vitalidad.

Fue uno de los precursores del diálogo de la plástica con otras artes, por ejemplo con la ejecución del cuadro Rimas de Bécquer. Entre sus obras más conocidas figuran El billetero, La huérfana, Práctica de la virtud, Cavilación, En el huerto de Hetzemaní, Guajiro sin tierra, Desalojo (los dos últimos son buenos exponente del tratamiento de la temática social), Padre, El tanque, El criollo y emoción franciscana, entre otros. En este pintor se entrelazan de manera armoniosa lo autóctono y lo ecuménico.

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La obra plástica de Gumersindo Barea y García (1901 – ?)
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