La obra plástica de Esteban Chartrand y Dubois (1840 – 1883)
Esteban Chartrand y Dubois nació en Matanzas, el 11 de octubre de 1840; y falleció el 26 de enero de 1883. A pesar de su corta vida, es uno de los pintores más significativos del arte cubano de la época, además de haber alcanzado el reconocimiento de sus contemporáneos y convertirse en referencia de la acaudalada burguesía de las ciudades más importantes de la Isla.
Su notoriedad se debió, fundamentalmente, a la belleza de sus paisajes, donde la fecundidad y el tratamiento cromático de las imágenes resultaban bastante novedosos. Empleaba tonos violáceos, amarillos y naranjas, con técnicas que denotan la influencia del romanticismo francés y de otras latitudes, pero que adquieren particular significación en cuanto al ámbito cubano.
Ello puede ilustrarse incluso solo con algunos títulos: Valle del Yumurí, Estero de Matanzas, Río San Juan, Batey de un cafetal y Un ingenio, todas ellas piezas que pertenecían a la colección de Guillermo de Zaldo. En esta misma línea se inscribe “El salto de Hanabanilla”, que fue exhibida en la Sexta Conferencia Interamericana, en 1933, junto a las piezas que se mencionan en el próximo párrafo.
Hay que decir que “Amanecer”, “Al mediodía”, “La tarde” y “La noche”, constituyen los lienzos más importantes de este autor, juntos conforman un interesante mosaico de su visión artística y del empleo de las técnicas pictóricas que dominó a la perfección. Estos datan de 1873 y fueron encargados por el poderoso hacendado Don Mariano Averhoff y Prieto, propietario del central azucarero Averhoff, en Matanzas. Posteriormente pasaron a manos de Bernardo Gómez Toro, hijo de Máximo Gómez.
También fue autor de “Paisaje”, “El guardián de talanquera” -ambas de la colección de Emilio Govantes-, así como de “Turbonada de mediodía”. Las piezas “El castillo de La Chorrera a la puesta del sol” y “El Torreón de San Lázaro a la salida del sol” se hallaban en poder de Andrés Terry y Rodríguez Lazanque. Una de sus piezas más conocidas, “Casa de calderas del ingenio Tinguaro”, pertenecía a la colección de Julio Lobo.