Wilfredo Oscar de la Concepción Lam y Castillo (1902 – 1982), la trascendencia de su obra plástica
Wilfredo Lam, como es conocido este insigne pintor, nació en Sagua la Grande, el 8 de diciembre de 1902, y falleció en París, el 11 de septiembre de 1982. Fue un adelantado de la plástica cubana, un artista que comenzó a romper los cánones establecidos desde que cursaba estudios en la Academia de San Alejandro, a la vez que daba muestras de una creatividad efervescente que más tarde cuajaría en un estilo peculiar, fresco y transgresor.
En 1923 se trasladó a España, donde estuvo matriculado en la Academia de San Fernando de Madrid. Al desencadenarse la Guerra Civil Española, abandonó ese país y se dirigió a Francia, donde sería discípulo de Pablo Picasso y entablaría amistad con destacados intelectuales y artistas galos, entre ellos André Bretón. En este sentido, tuvo importantes vínculos con el grupo surrealista; pero también se interesó por el arte africano, particularmente de Guinea y El Congo, produciendo una particular simbiosis.
Regresó a Cuba en 1941, por los riesgos que representaba el conflicto de la Segunda Guerra Mundial, lo hizo a través de un largo viaje que incluyó Marsella, la isla de Martinica y Haití. Lo acompañaba André Bretón. Posteriormente también se radicaron en La Habana André Massón y Claude Levi-Strauss, determinando un período muy fructífero para el arte en la Isla y uno de los más prolíficos de la vida de Lam.
De 1943 data su pieza La jungla, una de las más importantes de su carrera, la que fuera exhibida por mucho tiempo en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Otras muy reconocidas son Malembo, Canto a Camosis, Presente eterno, Escalopendre, Arpas cardinales, Flor luna, Lus de arcilla, Rumor de tierra y La silla, entre otras que denotan su dominio de esencias culturales diversas, pero que apuntan de algún modo a lo cubano.
Lam regresaría nuevamente a París, pero continuó sus vínculos con Cuba después de 1959, en 1964 presentó nuevamente en La Habana un conjunto significativo de piezas. Su obra fue expuesta en el extranjero en numerosas ocasiones, en Nueva York, Chicago, París, Praga y Milán, por solo citar algunas ciudades. Aunque Lam falleció en París, sus restos fueron trasladados a la Isla. Sus obras se conservan en importantes museos del mundo y ponen en alto el nombre de Cuba en cuanto a universos pictóricos.