4.1.1.14.5 “Cantos para soldados y sones para turistas”, de Nicolás Guillén, 1937


“Cantos para soldados y sones para turistas” constituye un libro doble en cuanto a estructuración y mensaje, aunque como texto poético posee muchos otros valores connotativos secundarios que nutren el lirismo de la obra.

La sección dedicada a los soldados apunta a la extracción popular de que por lo común provienen los soldados, obligados por intereses mezquinos y por su propia condición económica a oponerse a su propia pueblo, en ocasiones a ejecutar cruentos actos a nombre de dictaduras militares, a través de lo cual denuncia no solo el contexto político cubano sino también la situación en Latinoamerica, por lo común asolada por empeños y entronizaciones tiránicas.

“No sé por qué piensas tú,/ soldado, que te odio yo,/ si somos la misma cosa / yo,/ tu” constituye una interrogante de pleno arraigo en su época, sobre todo porque a través de la interrogación podemos pensar en cierto odio primigenio del soldado hacia el pueblo en el cual había crecido, no por ninguna especie de malignidad sino porque ello convenía a los intereses de la política y era por tanto fomentado en esas esferas, patente verbigracia en los comunes desalojos.

Por su parte “Sones para turistas”, está dado por un planteo irónico que se inicia desde su propio título, alusivo a los folletos turísticos que pretendían fomentar esta rama económica, pero para un desarrollo de país que atañía solo al sector de la burguesía.

En la coyuntura de la publicación de la obra, la crisis económica mundial iniciada en 1929 estaba repercutiendo en Cuba con efectos incrementados a causa de las deformaciones sistémicas de la economía, y al turismo se le había llamado irónicamente “la segunda zafra”, al cual se apostaba para salir de la crítica situación, que salieran los poderosos que como regla “privatizaban las ganancias y socializaban las pérdidas”, como magistralmente sentenciaría Mario Benedetti.

En este sentido el poemario de Guillén ofrece un “recorrido turístico” por los barrios marginados cubanos, poniendo al desnudo la cara enferma de la sonriente moneda que se trataba de mostrar ante el público foráneo. La integración social, la emergencia del rostro de un pueblo por sobre la cultura negra, se manifiesta en este poemario a la vez de dura denuncia y esperanzada expectativa; pero no solo desde y para Cuba sino que constituye un aliento válido para toda Latinoamérica.

Valga concluir este acápite con la opinión de Mirta Aguirre, que considera que el texto “de antemano avisaba que el libro valía por toda una definición del drama latinoamericano, no sólo insular. Se trataba del uniforme del caciquismo, de asonadas, de cuartelazos, de látigo, de predominio de la fuerza bruta y desprecio al poder civil que, como Cuba, toda la América de habla española conocía muy bien. Y se trataba del pirata que se quita un instante el cuchillo de entre los dientes para llevarse a los labios el cuello de una botella. Turismo: rostro balneario, jubiloso, vacacional, de pulpo en asueto ”

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