4.1.1.17.5 Obras menores de Emilio Ballagas (1908-1954)


Además de las obras estudiadas, Emilio Ballagas concibió otras que si bien no tuvieron la misma calidad estética, si contribuyeron a partir de transiciones o como trasfondo a configurar el rostro total de su poesía y permiten aprehender otras inquietudes, atisbos de su personalidad en esencia creadora, anímicamente caída y emergente de nuevo siempre con renovado entusiasmo, con renovado tormento, pero con esencia honda que plasmar y en última instancia compartir.

En 1943 publicaría “Nuestra señora del mar”, que constituye un documentado homenaje a la Caridad del Cobre, en el cual se aprecia la calma que siguió al diluvio pasional de “Sabor eterno”, el poemario precedente. En este la religiosidad está exenta de complicaciones ontológicas o retóricas y aparece como sencilla devoción, que posee una línea de continuidad con la primera etapa poética, de un purismo no meditativo.

Se integran en el poemario un soneto, 10 décimas y las “Liras de la imagen”, en las cuales se evidencia sobre todo un cuidado formal sin grandes pretensiones de originalidad y el oficio poético de Ballagas, como un ángel alicaído que busca disociarse en su canto de todo lo padecido, incorporado sin embargo a su ser para otros momentos altos de su emoción, que llegarían a su poemario “Cielo en rehenes”.

Salvan al poemario sin embargo el deseo de anclar en lo popular y rescatar un tópico no solo de sentido religioso sino también identitario. Al final del poemario aparecía un texto exegético contentivo de la siguiente frase: “hemos querido aislar la luminosa religiosidad popular –tradición universal popular- de la superstición plebeya que con innegables vetas de pintoricidad étnica, carece de legítimo vuelo espiritual. Y creemos que sin dejar de ser fieles a la poesía lo hemos sido a una de nuestras más puras tradiciones de isla, el culto de una virgen que boga a través de nuestro mediterráneo.”

Por su parte, el poemario “Décimas por el júbilo martiano en el centenario del apóstol José Martí”, con el cual ganó en 1953 el premio del centenario, aunque se reconoce el acierto de encomiar la figura del Maestro y la intención patriótica, no evidencia una honda emoción sino más bien la denominada “gracia verbal” y un propósito expositivo de ocasión, asociada a los certámenes literarios.

Estas piezas y otros sueltos que publicaría en revistas y periódicos de la época –algunos de cierta calidad pero aislados del resto de su producción- tales como “Antenas”, “Social”, Revista de Avance, Grafos, Clavileño, Revista Cubana y otros de países latinoamericanos, contribuirían a armar la plataforma sobre la cual Ballagas intentó empeños más altos y que lo situaron en la cúspide de los imprescindibles, de los imperecederos

El pintor Jorge Arche Silva (1905 – 1956), sus aportes a las Artes Plásticas cubanas
La obra plástica de Enrique Caravia y Montenegro (1905 – 1992)
Wilfredo Oscar de la Concepción Lam y Castillo (1902 – 1982), la trascendencia de su obra plástica
El escultor Teodoro Ramos Blanco (1902 – 1972), su obra
La obra plástica de Gumersindo Barea y García (1901 – ?)
El pintor Carlos Enríquez Gómez (1900 – 1957), un exponente imprescindible de las artes plásticas cubanas
La obra del escultor Juan José Sicre y Vélez (1898 – ?)
La obra del pintor y arquitecto Augusto García Menocal y Córdova (1899 – ?)