4.1.1.18 La obra poética de Ramón Guirao (1908 – 1949)


La incursión de Ramón Guirao en la creación poética estuvo sobre todo asociada al ámbito de la poesía negra; si bien no fue de los cultivadores que dotaron a esta corriente de un caudal estético mayor, sí se le reconoce el mérito de haber sido el precursor de esta en la Isla ya con algunos aciertos que serían elevados a planos superiores en el registro poético de Emilio Ballagas y Nicolás Guillén, como exponentes más importantes del movimiento.

La pieza que abre los entretelones de esta vertiente lírica en la Isla es “Bailadora de rumba” -publicada en el Diario de la Marina, en 1928- en la cual se aprecia la mayor parte de los rasgos característico de esta poética de deleitosa raíz sensualista:

“Bailadora de guaguancó,
piel negra,
tersura de bongó.
Agita la maraca de su risa
con los dedos de leche
de sus dientes.
Pañuelo blanco
-seda-,
bata blanca
-almidón-,
recorren el trayecto
de una cuerda
en un ritmo afrocubano
de
guitarra
clave
y cajón
“!Arriba, Maria Antonia,
alabado sea Dió!”
Las serpientes de sus brazos
van soltando las cuentas
de un collar de jabón.”

El poema es trasunto de los primeros atisbos indagatorios en la otra raíz de la cultura cubana, aunque permanece al igual que el grueso de la poética de Guirao en un plano meramente descriptivo, confluyen ya aquí el leitmotiv del baile y el bamboleo del cuerpo a través de símiles desde lo animal, la alusión a los instrumentos musicales y el intento de transmitir de algún modo una musicalidad percutida.

La obra poética de signo negro de Ramón Guirao se extiende aproximadamente en el lapso de 8 años, como parte de ella publica en 1934 su libro “Bongó” y en culmina en 1936 con los versos de “Décimas” y “Sexteto” que da a conocer en la revista “Grafos”.

A lo largo de su trayectoria en la poesía negra utiliza a veces procedimientos propios de la vanguardia y la deformación prosódica que intenta la mímesis del habla negra; sin embargo no acierta tanto en este sentido y sí en su reflejo de momentos de la vida en los ámbitos del negro, a modo de instantáneas de cierto impresionismo.

Sus versos posteriores están de algún modo tocados por el purismo pero de fuerte ascendencia romántica, atendibles desde el punto de vista estético aunque no contienen aportes sustanciales para la lírica nacional. En 1944 publicó en la revista “Orígenes” el poema “Espejo de sueño”, cuyo propio título refleja su emplazamiento en el pasado poético de la nación y del cual se transcribe un fragmento:

“Estabas cerca,
hálito mío, pero qué oculta mano
cerraba mi boca, qué angustia,
como una flor, pesaba en mi pecho!
Hacia qué penumbra eterna dirigía
mis pasos. Era ya un recuerdo.
La conciencia de haber vivido
se adormecía en mis venas.
Qué remotas pasiones movían
mis labios, daban color, olvido
a mis recuerdos…
Nada supe decir,
porque ignoraba ese otro paisaje
sensible a los ojos del alma,
donde las aguas eligen su camino,
donde la luz hace el milagro
de. la forma, y descarna las raíces…”

Desplegó además una labor ensayística meritoria, obtuvo incluso el premio nacional de este género en 1937. Colaboró en numerosas publicaciones de la época, entre las cuales se pueden citar: Revista de Avance, La Prensa, Orbe, Carteles, Revista de la Habana, Social, Línea, Confederación, Masas, Resumen, Revista Bimestre Cubana, Revista Cubana, Bohemia, Espuela de Plata, La Verónica, Verbum, Orígenes, Repertorio Americano (Costa Rica), entre otras. Lo más importante de su obra fue haber sido precursor en la lírica y el ensayo de la reivindicación de la cultura negra para la faz definitiva de la nación.

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